BELLEZA PERDURABLE

La mayoría de los himnos cristianos antiguos alaban la belleza de Dios, sin embargo, ahora vemos que los cantos modernos han cambiado el enfoque y fija nuestra atención en cuán bellos o valiosos somos a los ojos de Dios, lo cual, aunque no suene equivocado teológicamente hablado, nos hace centrar nuestra atención en tratar de ser “bellos” o “bien vistos” ante nuestro Padre Celestial, en lugar de concentrarnos en admirar la belleza de la Creación de Dios.

14 Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; Estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien.”   (Salmos 139:14)

En el libro de Eclesiastés 3:11 leemos las palabras del rey Salomón: “Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin.”

Entendemos que todo lo que Dios toca es transformado en algo indescriptiblemente hermoso, algo a lo que no se le puede poner precio, algo que a veces no notamos hasta el Él abre nuestros ojos para poder apreciar su belleza.

En contraste con el versículo anterior, el mismo Salomón hace referencia a la belleza física como algo vano, y por lo tanto, efímero:

“Engañosa es la gracia, y vana la hermosura…”   (Proverbios 31:30)

Hasta el siglo 20, el ser considerado una persona “bella” espiritual o moralmente hablando, se consideraba una gran virtud, tan importante como ser bondadoso, justo y honesto. Después, de muchas maneras, esta virtud empezó a declinar y a dejar de ser algo de alto valor. Al mismo tiempo, hemos visto cada vez un mayor énfasis en la apariencia física en la cual demasiada gente gasta billones en cosméticos, ropa, cirugías estéticas, programas de dietas o membresías de gimnasios. Quizá es tiempo de regresar al entendimiento correcto de lo que la belleza es en sí.

Demasiado frecuentemente, la palabra “belleza” es usada para describir algo que se considera “bonito”. Sin embargo, su definición se relaciona con algo mucho mayor a simplemente producir placer a nuestra vista, sino a todos los sentidos del ser humano. La belleza habla de excelencia. Por ejemplo, qué sucede cuando vemos la Creación de Dios? Nos deleitamos únicamente en cuán bello es contemplarla, pero no nos detenemos a admirar su perfecto diseño, su complejidad, el propósito de cada elemento creado, el por qué de las montañas, los astros, y el universo entero? Sí nos conformamos con solo contemplarla, entonces estamos disfrutando solamente una rebanada de lo que es en realidad la belleza de la Creación y dejamos de darle a Dios el reconocimiento y la gloria que Él merece recibir de Sus criaturas.

Entonces, qué viene a su mente cuando piensa en “belleza”? Reflexione en cuánto tiempo, energía y recursos invierte en verse “bella” o “atractivo”, comparado con el tiempo que debería utilizar para “hacer algo bello”. No estoy hablando de obras de arte puesto que no todos tenemos ese talento, sino por ejemplo de ser bondadoso, hospitalario, enviar mensajes de aliento y esperanza a quien lo necesita, cocinar para quienes no tienen suficiente alimento, ayudar a cuidar infantes o personas de edad avanzada, compartir su testimonio, afirmar el don de alguien más, discipular a otro creyente, invertir tiempo para escuchar a alguien que está en problemas, buscarle o llamarle para orar juntos.

Pídale a Dios que le muestre como puede usar los talentos y dones que le ha dado como instrumentos para ser de bendición a otros y reflejar en ellos Su asombrosa belleza en el rincón del mundo en el que usted vive.  

” De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.”   (Romanos 12:6-8)

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