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Lo peor que podemos hacer cuando reflexionamos en el pasado, es concentrarnos en aquello que hicimos mal, o que no salió como esperábamos, o algún fracaso, derrota, o episodio incómodo. Eso solo traerá tristeza e irritación a nuestro corazón. Lo que sí es sano pensar, es cómo ha sido su vida en el año que acaba de terminar en cuanto a sus logros y sus momentos de gozo: ¿Puede recordar algo que le haga sentir satisfecho? ¿Alcanzó alguna meta que se propuso antes de empezar ese año?

Tal vez sus éxitos sean espirituales y solo Dios y usted los conocen. O quizá recuerde haber sido bendecido en algún aspecto en particular. En todo caso, es importante reconocer que ninguno de esos logros fue por nuestros méritos o porque fuéramos merecedores de ello. Es Dios, en Su infinita Gracia, el Único responsable de cada uno de esos éxitos y entenderlo así, nos hará confiar aún más en Él.   (Santiago 1:17)

En este mismo sentido, cuando hablamos de logros, éxitos o victorias (normalmente se dan cuando ejercemos nuestro ministerio y nuestros dones) sabemos que es Dios Quien ha hecho todo ese trabajo. Es Él Quien ha estado en la lucha. Todo lo ha logrado Él a través de nosotros. Por tanto, no hay lugar alguno para la jactancia.   (Isaías 26:12)

Para cada éxito, Dios nos dio la fuerza, la oportunidad, la habilidad, la salud y la ayuda a través de otras personas para hacerlo. Él es Quien trabajó en nosotros para lograr la victoria. (Filipenses 2:13) Así que solo hay UNO Quien merece toda la Gloria y no es ni usted ni yo, puesto que Él no dará Su Gloria a nadie.   (Isaías 42:8)

Cuando queramos tomar el mérito de algún logro, las Sagradas Escrituras pondrán fin a nuestros momentos de orgullo. Dios nos salvó, no porque fuéramos buenos, sino todo lo contrario. Y nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él.   (Efesios 1:3-4)

Debemos entender que el propósito y el gozo de la vida cristiana no se logra tratando de vivir para nosotros mismos ni para exaltarnos, sino para glorificar a Dios y vivir para Él. Glorificar al Señor no consiste solo en que cantemos himnos los domingos, sino en cómo vivimos cada día.

Para realmente glorificar a Dios se tienen que entender estos tres principios:

  1. Entender qué significa la Gloria de Dios: De las Sagradas Escrituras aprendemos que Su Gloria es la manifestación de Su naturaleza, Sus atributos, Su perfección, Su Carácter, Su Poder y Su santidad, TODO SU SER. Por todo ello, Dios es el Único Digno de toda alabanza y adoración. (Salmos 145:1-13) 

  1. Considerar cómo glorificamos a Dios: Tal vez la forma más notable es a través de la alabanza. Pero también lo glorificamos siendo humildes, dependiendo de Él, y reconociendo que todo lo bueno que hacemos y que hay en nosotros es en realidad obra de Dios. Su voluntad es que nuestras vidas le den a Él toda la gloria y toda la adoración. Esto se cumplirá de forma perfecta en el cielo, pero también debe ser nuestra práctica mientras estemos en la tierra. (Efesios 1:13-14) 

  1. Glorificarlo por la razón correcta: Hay principalmente dos razones bíblicas: Por lo que DIOS ES y por lo que DIOS HACE. Cuanto más comprendamos la grandeza de nuestro Dios y la grandeza de Sus obras, tanto en nosotros como a través de nosotros, más desearemos exaltarlo.  

  1. Porque por la intervención de Dios, usted está en Cristo Jesús, no por ningún esfuerzo o merecimiento de su parte. (1ª a Corintios 1:26-31)
  2. Porque por el Espíritu Santo usted tiene vida eterna en su cuerpo mortal. (Romanos 8:11)
  3. Porque por Su Poder, usted participa de Su naturaleza Divina. (2ª de Pedro 1:3-4b) 
  4. Porque por la Presencia de Cristo, usted obtiene la fortaleza para ser como Él es. (Filipenses 4:13)
  5. Porque Dios produce en usted más de lo que puede imaginar. (Efesios 3:20-21)

Cada hijo de Dios no es más que receptor de la inmerecida Gracia Divina, lo que debe llenarnos no solo de gratitud, sino de un intenso e irresistible deseo de alabar, adorar y glorificar a nuestro Creador.

 

CONCLUSIÓN

Este año que Dios nos permite iniciar, celebremos lo que Dios ha hecho y hará en nuestras vidas para producir fruto que permanezca y que dé Gloria a Su Nombre. Por ejemplo:

  1. Llevar a los incrédulos a conocer a Jesús para que rindan sus corazones y sean sus discípulos.
  2. Servir a nuestros hermanos en la fe a través de llevar al cabo nuestro ministerio, como prueba de que el amor de Dios, mora en nosotros.

En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis MUCHO fruto, y seáis así mis discípulos.”   (Juan 15:8)

Así que, permítame preguntarle:

    • ¿A cuántas personas les hablará de lo que Jesús Es y de cómo le ha transformado?
    • ¿A cuántos creyentes discipulará?
    • ¿En qué ministerio servirá en su congregación?

    ¿QUÉ ESPERA QUE DIOS HAGA EN SU VIDA DE HOY EN ADELANTE? = Que se glorifique a Sí Mismo!!!

    ¡Consagremos nuestra vida al Señor para que Él pueda usarnos para Su Gloria!

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