LA VOZ DE DIOS

“En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.”    (Mateo 11:25-30)

Es una forma muy singular o especial para empezar un versículo. “… respondiendo Jesús…”. Si vemos el contexto del pasaje, no podemos percibir que alguna persona le haya preguntado algo, o que Él estuviera conversando con algún ser humano. Entonces: ¿A quién le respondió Jesús? ¿Con quién hablaba? La respuesta la encontramos en el mismo versículo: “… te alabo Padre…”.

Esto debe enseñarnos que Jesús estaba en constante comunicación con Su Padre, y de que Dios hablaba a Su corazón tan frecuentemente, tan continuamente, que no había ninguna situación o circunstancia en la que Jesús estuviera o se sintiera sólo o que pensara que Su Padre estaba ajeno a lo que pasaba en Su vida. Indubitablemente, Jesús tenía el hábito de hablar con Su Padre tan seguido como pudiera hacerlo. Y, así como Jesús vivió en esta estrecha relación con Su Padre, igualmente debiéramos vivir nosotros.

Aprendamos de esta sencilla pero profunda lección que Jesús nos dejó, y, al igual que Él, mantengamos una silenciosa relación de comunicación constante con nuestro Padre Celestial y respondamos a esa voz que en secreto nos habla, esa voz que nadie más puede percibir más que uno mismo, aquella que sólo nuestro propio oído, abierto por el Espíritu Santo puede escuchar.

Si Dios nos ha hablado, entonces respondamos a Su voz, ya sea para:

  1. Confesar el pecado que Su Santo Espíritu nos ha revelado.
  2. Reconocer que Dios es Verdadero y Fiel a Sus promesas.
  3. Agradecer la misericordia que Su Providencia nos ha brindado.
  4. Expresar aceptación de las verdades que Dios, el Santo Espíritu, ha abierto a nuestro entendimiento.

¡Qué indescriptible privilegio tener comunión íntima con nuestro Creador!

Es un secreto escondido del resto del mundo. Si hemos sido creados para poder escuchar los más leves susurros del amor de Dios, nuestros oídos deben estar ansiosos y preparados para escuchar Su Voz.

Ruego a Dios que desde ahora y cada día del resto de nuestras vidas, nuestro corazón esté de tal forma dispuesto y atento, de tal manera que, cuando Dios nos hable, nosotros, al igual que Jesús, estemos preparados para responderle de forma inmediata y ansiosos por obedecer Su voz y por hacer Su voluntad.

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