“16 Seis cosas aborrece Jehová, Y aun siete abomina su alma: 17 Los ojos altivos, la lengua mentirosa, Las manos derramadoras de sangre inocente, 18 El corazón que maquina pensamientos inicuos, Los pies presurosos para correr al mal, 19 El testigo falso que habla mentiras, Y el que siembra discordia entre hermanos.” (Proverbios 6:16-19)
Dios aborrece la murmuración. Él quiere que nuestra forma de hablar sea agradable a Él y ciertamente Dios no considera que hablar a la ligera, con falsedad, o buscando agradar a los oyentes aunque no sea verdad lo que sale de nuestra boca, pueda ser algo aceptable. Por ejemplo, leemos en Colosenses 3:8 “8 Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca.”
Tristemente, el murmurar de otros es practicado tan frecuentemente, aún entre creyentes, y los que así hablan tratan de justificarse a sí mismos argumentando que lo que dicen es verdad. Pero hablar de los demás, no tiene cabida en la vida cristiana.
Dios aborrece la murmuración y el chisme porque hablar de otros puede destruir vidas, sin importar si las historias son ciertas o falsas. La persona a la que se está haciendo referencia, muy frecuentemente pierde el respeto de aquellos que escuchan los rumores acerca de su persona. No solo herimos sus sentimientos, sino que también puede ocasionar que se rompa una relación o se pierda un empleo.
“5 Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, !!cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! 6 Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. … 8 pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. 9 Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios.10 De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.” (Santiago 3:5-6, 8-10)
Aquellos que esparcen rumores o murmuran también tendrán consecuencias destructivas. La gente que rehúsa controlar su lengua refleja falta de mesura, prudencia y dominio propio. Como resultado, los creyentes y los no creyentes por igual, deben evitar por completo a esos individuos, simplemente porque no son personas confiables. Y, si fuera un cristiano quien murmura, hay un mayor potencial de causar más daño. No solo se compromete la credibilidad de la persona, sino que también nuestro compañerismo con Jesús se interrumpe. No se puede estar hablando bien o mal de una persona y al mismo tiempo esperar que Dios esté en comunión con el chismoso.
El chisme, esparcir rumores o murmurar no produce ningún bien para ninguna persona. Esta es la razón por la que Dios nos advierte al respecto. En lugar de ello, nuestras palabras deben ser usadas para edificar, confortar, y apoyar a los demás. Si queremos analizar o simplemente hablar de la vida de alguien, analicemos y hablemos solamente de nosotros mismos en oración, pidiéndole a Dios que juzgue nuestros caminos. (Salmos 139:23-24)