“36 Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. 37 Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. 38 Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. 39 Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. 40 Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? 41 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. 42 Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. 43 Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. 44 Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras. 45 Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. 46 Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega.” (Mateo 26:36-46)
Cuando lleguen las pruebas, ¿confiará en que Dios le ayudará y hará florecer en su vida una abundante cosecha de crecimiento y propósito? ¿A dónde va o a quién recurre cuando está sufriendo?
La Biblia nos asegura que Dios traerá vida y esperanza a situaciones que pudieran parecer no tener salida. Cuando reaccionamos ante las pruebas a la manera de Cristo, la dificultad que amenazaba con dañarnos en realidad enriquece nuestro carácter.
En Mateo 26 la Biblia ofrece un registro del intenso sufrimiento del Señor en el huerto de Getsemaní. Cristo sabía que al cargar con nuestro pecado, estaba a punto de soportar no solo una crucifixión horrible, sino también todo el peso de la ira del Padre celestial. Eso es algo que ningún otro hijo de Dios tendrá que experimentar jamás, porque el sufrimiento del Señor logró la redención de la humanidad. Sabemos que cualquiera que sea la prueba que nos espera, Dios estará a nuestro lado, sosteniéndonos. (Isaías 41:10)
¿Qué prueba está usted enfrentando? ¿Tiene confianza en Dios?
Permita que la experiencia del Señor Jesús en Getsemaní sea su modelo en momentos de tribulación.
Nuestro Salvador confió en Su Padre y aceptó Su voluntad. No olvide que nuestro Dios Soberano y Omnisciente le pone límite a la duración e intensidad del dolor. Aunque le duele ver sufrir a sus hijos, Él nos ama lo suficiente como para permitir que las dificultades lleguen a nuestra vida, por Él sabe que al final de la prueba saldremos victoriosos y grandemente bendecidos.