SOBREEDIFICANDO PARA NUESTRO FUTURO

Mucha gente aconseja con frases como estas: El pasado ya se fue y no hay nada que puedas hacer para cambiarlo. El futuro nadie lo conoce ni lo puede predecir, de modo que solamente debes preocuparte por el presente: vive el hoy. Sin embargo, este pensamiento lógico debe ser aplicado de forma correcta. Es decir:

  1. No cargues con tu pasado porque será un lastre que no te dejará avanzar.
  2. Vive el hoy, edificándote y produciendo fruto perdurable para tu futuro eterno.

10 Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. 11 Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. 12 Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, 13 la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. 14 Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. 15 Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.”  (1ª a Corintios 3:10-15; 10:4)

Los creyentes sobreedifican su vida sobre la Roca Eterna: Jesucristo.

(Deuteronomio 32:4; Salmos 18:2; Mateo 7:24-25) {Cf. Lucas 6:46-49}

Cada motivo, cada obra, y cada palabra son el material que usamos para edificar nuestra casa espiritual. El apóstol Pablo alertó a los creyentes a construir con cuidado porque, en el día del juicio, el fuego probará la calidad y durabilidad de los motivos, las obras y las palabras de cada persona, a partir del momento de su conversión, y hasta su último aliento en la tierra. El fuego que se menciona no es literal, sino que hace referencia a la Presencia purificadora del Juez, Jesucristo, puesto que absolutamente nada que sea impuro puede subsistir ante Él.

Cuando el creyente esté en la Presencia Santa, Pura y Justa de Su Salvador, toda la madera, heno y la hojarasca en su vida desaparecerá. Las buenas obras hechas por motivos equivocados se desvanecerán, junto con todos los pecados no confesados y las malas actitudes, pensamientos y sentimientos. Únicamente aquello que haya sido hecho en el Nombre de Jesús y por Jesús mismo, permanecerá. (Hebreos 13:20-21) Y, en el momento que todo lo inservible haya desparecido, veremos que Dios tiene razón, todas esas cosas que se quemaron, no eran correctas ni debieran ser parte de la vida de uno de Sus hijos.

Cuando alguien escucha esta porción de las Escrituras, pudiera decir: “Lo único que me interesa es llegar al cielo.” Pero esa actitud no es correcta ante los ojos de Dios porque el juicio de los creyentes se trata de recompensas. (vs. 14)

En la parábola del siervo injusto, Jesús explicó el concepto básico a sus discípulos: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto.”   (Lucas 16:10)

Nuestro tiempo en la tierra es el principio de una eternidad sirviendo y regocijándonos en el Señor. Dios nos recompensará dándonos responsabilidades en el cielo, de acuerdo con nuestro nivel de devoción, constancia, fidelidad, lealtad, fe y servicio en la tierra.

El creyente sabio, sembrará para su futuro en el cielo. Es por eso que debemos sobreedificar con los mejores materiales, los que duran una eternidad.

El privilegio de servir a Dios es tan solo el principio de las recompensas. En el cielo, la generosidad de Dios será aún más abundantemente repartida.

 

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