Dime en dónde perdiste la comunión con Cristo, y te diré dónde podrás encontrarlo nuevamente.
Lo has perdido en la oscuridad al disminuir o restringir tu tiempo de oración? Entonces es ahí donde podrás encontrarlo.
Perdiste a Cristo por estar en pecado? No hay otra forma de encontrar a Cristo que renunciando a tu pecado, y buscando con la ayuda del Espíritu Santo redargüir ese miembro en el que mora la lujuria.
Perdiste a Cristo por descuidar las Escrituras? Debes volver a encontrar a Cristo deleitándote en Su Palabra.
Es muy cierto el proverbio que dice: “Busca aquello que perdiste donde sabes que lo dejaste, seguramente ahí estará esperándote.”
Así que, busca a Cristo justo en el lugar en el que lo perdiste. Con toda certeza Él sigue ahí, esperándote, no se ha ido a ningún lugar. Y recuerda: Es menos penoso y trabajoso caminar una milla hacia atrás para buscar lo que olvidaste, que seguir caminando 20 millas hacia adelante. Mientras más te alejes, más difícil se te hará regresar por aquello que perdiste.
Y, cuando encuentres nuevamente a tu Maestro, aférrate a Él.
Piensa, cómo es que lo perdiste? Cualquiera creería que nunca se alejaría de tan precioso amigo, Aquel cuya presencia es tan dulce, cuyas palabras siempre son tan confortantes, y su compañía tan valiosa para ti! Cómo es posible que hayas dejado de observarlo cada momento por temor a perderlo de vista?
A pesar de haberlo dejado ir, que bueno que lo estés buscando, aún y cuando gimes tristemente: “Oh, si supiera donde podría encontrarlo!” Ve de inmediato en su búsqueda, porque es demasiado peligroso estar sin el Señor. Sin Cristo, eres como una oveja sin su pastor; como un árbol sin agua en sus raíces; como una hoja que ya no está asida al árbol de la vida.
Con un corazón humilde, búscalo, y lo encontrarás; solamente necesitas verdaderamente dedicar todo tu ser a buscarlo, y al encontrarlo nuevamente, descubrirás en Él el gozo y la paz.
“Con mi voz clamé a Dios, A Dios clamé, y él me escuchará. 2 Al Señor busqué en el día de mi angustia; Alzaba a él mis manos de noche, sin descanso; Mi alma rehusaba consuelo. 3 Me acordaba de Dios, y me conmovía; Me quejaba, y desmayaba mi espíritu. Selah 4 No me dejabas pegar los ojos; Estaba yo quebrantado, y no hablaba.” (Salmos 77:1-4)
— Charles Spurgeon —