Muchas cosas pueden distorsionar la percepción que tiene de usted mismo: la culpa por los pecados del pasado, la crítica, los fracasos y la comparación con los demás son algunas. Pero ninguna de ellas son indicios reales de quién es usted realmente.
Desde el principio de la humanidad, a partir del pecado en el Edén, siempre han existido únicamente dos tipos de personas en el mundo. Los que creemos en Dios y los que no creen en Su Existencia, Omnisciencia, Poder y Soberanía. Lo que piensa usted de sí mismo se relaciona directamente con esta realidad.
Por ejemplo, si usted no es cristiano, si no cree en lo que dice la biblia, su percepción de sí mismo se basará en sus logros y fracasos, en la cantidad de sus bienes, en qué tan aceptado es en la sociedad, en cómo le va en su escuela o trabajo, en cómo se compara con los demás. Dicho de forma general, usted es el señor de su vida, decide lo que quiere y no quiere hacer. Pero, es el mundo quien determina quién es usted en realidad. Cada persona trata por un lado de ser “diferente a los demás” pero no se da cuenta de que para ello, tendrá que estarse comparando con todos y moldeando su forma de ser y de vivir a fin de “distinguirse del montón”. En conclusión, a estas personas el mundo que les rodea define su identidad.
Está en la naturaleza humana querer tener lo que tienen o más de lo que tienen otros, superarlos, deseamos ser como alguien o lograr lo que alguien más logró, queremos ser reconocidos, etcétera. Y confundimos un “espíritu de superación” personal con un ejercicio de constante comparación con el resto de la humanidad.
Así que quienes no creen en Dios, nunca estarán totalmente contentos ni satisfechos con lo que son o con lo que tienen, no se sentirán completos y seguros de que ya llegaron hasta donde querían llegar y que ya nunca desearán ser o tener más:
“10 El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad. 11 Cuando aumentan los bienes, también aumentan los que los consumen. ¿Qué bien, pues, tendrá su dueño, sino verlos con sus ojos? 12 Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho, coma poco; pero al rico no le deja dormir la abundancia. 13 Hay un mal doloroso que he visto debajo del sol: las riquezas guardadas por sus dueños para su mal; 14 las cuales se pierden en malas ocupaciones, y a los hijos que engendraron, nada les queda en la mano. 15 Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su mano. 16 Este también es un gran mal, que como vino, así haya de volver. ¿Y de qué le aprovechó trabajar en vano?” (Eclesiastés 5:10-16)
¿Se identifica usted en algo con la descripción anterior?
Pero, si es que usted es cristiano, a diferencia de lo que piensa y busca el mundo, debe entender que ya es una nueva creación y se le ha dado un nuevo ser: “17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2ª a Corintios 5:17)
Esto significa que usted ha renacido y ha sido hecho hijo de Dios: “12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” (Juan 1:12-13)
Si eso es lo que usted es en verdad: ¡¿Qué más le hace falta?! “6 Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; 7 porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. 8 Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. 9 Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; 10 porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.” (1ª a Timoteo 6:6-10)