CÓMO FUNCIONA LA ORACIÓN

Mucha gente entiende la oración como la oportunidad de pedir algo a Dios y por ello, cuando Dios no les concede lo que piden, se sienten confundidos. Es porque la oración es mucho más que el medio que nos da Dios para presentarle nuestras peticiones.

La oración pudiera resumirse simplemente como: “hablar con Dios”. Puede ser para confesar nuestras faltas, para adorar a Dios, para agradecer a Dios por sus bendiciones, para interceder por nuestros seres amados, para contarle nuestros problemas, nuestros planes, para pedirle Su dirección, o que nos dé lo que creemos necesitar de forma muy específica.

Lo más importante mientras oramos, es entender que estamos ante la Presencia de Dios, el Creador y Sustentador del universo y de nuestra vida misma. Incluso, cuando admiramos Su creación, aún y cuando no externemos ninguna palabra, pero sintamos en nuestro corazón Su Presencia y nuestra mente lo glorifique, esa es también una oración porque nos estamos comunicando con Dios, son momentos en los que nos encontramos en la misma sintonía y armonía de pensamiento con Él.

Volviendo a la pregunta inicial: ¿cómo funciona la oración?, existen varios textos que han sido malentendidos, mal aplicados, mal interpretados, y de hecho han sido mal utilizados como excusas para no orar, lo cual se convierte en una negativa a creer en Dios y, por ende, en tener fe en que la oración tiene el poder para transformarnos personalmente y para transformar lo que sucede en el mundo.

Sin embargo, he escuchado a algunos cristianos decir que no le ven caso a orar y presentan la siguiente línea de pensamiento: “Me parece que orar es una pérdida de tiempo si lo único que voy a hacer es alinearme con la voluntad de Dios, y, después, Dios de todas maneras va a hacer Su voluntad.” Dicho en otras palabras: “no hay necesidad o razón para orar puesto que al final, Dios siempre va a hacer Su voluntad”.

El otro extremo de esta forma de pensamiento acerca de la relación entre Dios y la oración, es que algunos cristianos mal enseñados doctrinalmente, pretenden tener “cierto poder” sobre Dios, y entonces declaran o decretan que Dios hará precisamente lo que ellos le pidan en oración. Esto, además de ser total y definitivamente errado, es una blasfemia pues hacen a un lado la verdad bíblica de que TODO será hecho por Dios, siempre y cuando esté perfectamente alineado con Su voluntad, no con la de cualquier ser humano.   (1ª de Juan 5:14-15)

Usando la promesa de Jesús a sus discípulos: “Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.” (Juan 14:14), un hombre ateo, de nombre Dan Barker, se burló haciendo la siguiente declaración: “Así que puedo simplemente decir: “Oye, Dios, dame un millón de libras en el nombre de Jesús, Amén”. Pero eso no pasará. Con esto queda demostrado que lo que dijo Jesús no es verdad y, por lo tanto, el cristianismo no tiene sentido ni razón de ser.”

Usando esta absurda declaración, pareciera que algunas personas asumen que si nuestra oración no recibe respuesta o “no funciona”, diremos que es “culpa de Dios”. Pero debemos recordar que la oración es comunicarnos con Dios y, eso implica que la comunicación va en ambos sentidos, no solo en uno. Así que, puede resultar que la oración no esté funcionando en una o en ambas partes que se están comunicando.

En una relación, cuando se trata de comunicarse uno con otro, se debe invertir el tiempo necesario para asegurar una “buena comunicación” con la otra parte. De modo que, como en cualquier relación, si se deja de cuidar y procurar por largos períodos y de pronto queremos reestablecerla, la comunicación no trabaja muy bien inicialmente.

También algunas veces asumimos, aún como cristianos, que cualquier oración es mejor que ninguna oración. Pero, por ejemplo, si yo quiero comunicarme con alguien y sé de antemano que por distintas circunstancias podría no resultar en una comunicación saludable, en una forma en que ambas partes realmente dediquemos tiempo uno al otro, donde sepamos que será una comunicación enfocada y con un objetivo definido, tal vez resultaría mejor evitar dicha comunicación. Lo mismo aplica para nuestras oraciones. Si en realidad no vamos a tomar en serio y a separar el tiempo que dedicaremos para orar, tal vez sería mejor “evitar” orar o posponer mi tiempo con Dios hasta que esté seguro de que lo haré de la forma correcta. Porque si solamente oro sin tener la verdadera intención de corazón de comunicarme con mi Padre Celestial, sabemos que Él no responderá mis oraciones y luego terminaremos cuestionándonos una vez más: ¿Por qué Dios no me responde?

Una segunda objeción o excusa para no orar es que la gente reflexiona de la siguiente manera: “Sí Dios es Soberano y Omnisciente, es decir, sabe antes de que oremos exactamente todo lo que va a suceder, ¿para qué orar?”  (Salmo 139:4; Isaías 65:24; Mateo 6:8)

Bueno, la respuesta a estas preguntas es sencilla: Oramos porque en la biblia Jesús nos dice que debemos hacerlo:

“Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.”  (Mateo 22:22)

“Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.”   (Marcos 11:24)

“Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.”   (Lucas 11:9)

“Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.”   (Juan 14:13-14)

Por otra parte, se nos dice que hay formas correctas e incorrectas de pedir, lo cual obviamente provocará que nuestras oraciones sean contestadas o no, porque pudiéramos estar pidiendo cosas que no son necesarias y por las razones equivocadas: “pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.”   (Santiago 4:2c-3)

Con todos los ejemplos anteriores que encontramos en la biblia, podemos desechar de forma contundente la falsa creencia o enseñanza de que Dios hará de todas formas lo que sea, sin importar si oramos o no, pues los versículos que citamos claramente recalcan la necesidad de orar y de presentar nuestras peticiones a Dios. Recordemos que Dios está mucho más interesado en la relación que tenemos con Él, que en el resultado de nuestras oraciones, porque lo primero condiciona lo segundo.

Es por esto por lo que Dios nos dice que pidamos lo que creemos necesitar, aún aquellas cosas que Él sabe que no nos va a dar, porque Él realmente valora Su relación con nosotros. Es decir, cuando le damos la oportunidad de darnos lo que le pedimos, el resultado será que nos acercaremos y confiaremos cada vez más en Él y nuestra fe se fortalecerá. Esta es Su finalidad al responder nuestras oraciones hasta el punto en que dependamos absolutamente y solamente de Él, pues nos daremos cuenta de cuánto nos ama y se preocupa por Sus hijos.

Así es que hay mucho más valor en nuestras oraciones que el simple hecho de poder presentarle a Dios nuestras peticiones y esperar a ver el resultado de involucrarlo en nuestra vida. Se trata de mantener una constante comunicación con nuestro Creador y, por medio de ella, lograr que nuestra relación con Él sea cada vez más íntima.

Podemos tomar como ejemplo lo que sucede de forma natural entre los padres terrenales y sus hijos. Hay cosas que los padres suplirán para sus hijos sin necesidad de que estos se lo pidan. Por ejemplo: alimento, vestido, calzado, una casa, cama, cuidados, protección, etcétera. Al mismo tiempo, hay cosas que los padres no darán a sus hijos aunque estos se lo pidan, porque los padres habrán decidido que no son buenas, o necesarias. Por otra parte, los padres les damos a nuestros hijos aquello que nos gustaría darles, pensando que les agradará, porque tal vez nosotros recibimos algo similar de nuestros propios padres; o quizá lo hagamos para encauzarlos a algún deporte o actividad que nos gustaría que ellos practicaran. PERO, cuando son ellos los que nos piden algo en específico y tenemos la oportunidad de dárselos, la sensación de gozo para los padres y para los hijos es mucho mayor. Todo lo anterior, aplica también entre nuestro Padre Celestial y cada uno de Sus hijos.

Así mismo, en todo lo anterior, habrá momentos en que nuestros hijos no entenderán la razón por la que les negamos o les damos algo diferente a lo que ellos nos piden. Incluso se enojarán con nosotros algunas veces por no recibir lo que quieren o esperan de sus padres. ¿Acaso no es lo mismo que nos sucede con respecto a Dios? Todas estas experiencias de oraciones “no contestadas” nos hacen enojarnos con Dios, criticar Sus decisiones porque las comparamos con la forma en que nosotros actuaríamos con nuestros hijos en situaciones similares y, entonces creemos que Dios se está equivocando o haciendo algo injusto con nosotros.

Volviendo al ejemplo de los padres terrenales, nuestras decisiones de dar o no dar lo que alguno de nuestros hijos nos pide, estará seguramente condicionado por su forma de vida, por su comportamiento. ¿Ha sido obediente? ¿Cumple con sus obligaciones? ¿Nos respeta? Y, también consideraremos si al darle lo que nos pide, no se hará daño a él o a alguien más, y si se lo damos, tampoco dejará de ser respetuoso, obediente y cumplido. Esto nos lleva a cuestionarnos lo siguiente: Si le preguntamos a Dios: ¿Por qué no está respondiendo nuestras oraciones? Tendríamos primero que preguntarnos a nosotros mismos: ¿Estamos presentando nuestras peticiones a Dios con un corazón humilde y con las intenciones y las razones correctas? (1ª de Reyes 8:39) ¿Qué hay en nuestro corazón cuando oramos?

De modo que en verdad la oración tiene el poder para cambiar al mundo y sus circunstancias porque “para Dios todo es posible”. Así mismo puede cambiarnos a nosotros mismos. Cuando venimos a Dios en oración, debemos hacerlo con la esperanza y expectativa de que algo en nuestro corazón cambiará para bien.

Digamos que entablamos una conversación con cierta persona, habiendo decidido de antemano que, sin importar lo que esa persona diga y, aún y cuando tenga la razón, nuestra decisión ya está tomada, no cambiaremos de opinión, y nada cambiará la forma en que vemos la vida: ¿Qué razón habría para conversar con esa persona? ¡Esto es aún más relevante e importante cuando oramos a Dios, Quien sabe todas las cosas desde el principio y hasta el final, que tiene una visión absoluta de nuestro pasado, presente y futuro! Nosotros vemos en parte, mientras que Él lo ve todo. Entonces ¿cómo podríamos ponernos de rodillas ante Él para conversar y no esperar que tal vez Él tenga algo que decirnos, diferente a lo que pensamos?

Si somos humildes y sinceros al analizar lo que Dios ha hecho en nuestras vidas como respuesta a nuestras oraciones, reconoceremos Su inmenso amor, misericordia, sabiduría, poder, y soberanía sobre todo el universo que Él creó, y así entenderemos, cómo funciona la oración.

¡EL PODER DE LA ORACIÓN RADICA EN QUE DESATA EL PODER DE AQUEL QUE ESCUCHA Y RESPONDE NUESTRAS ORACIONES!

Print your tickets