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16 Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. 17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el (deseo) del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis18 Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. 19 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, 20 idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, 21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.   (Gálatas 5:16-21)

“El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.”   (1ª de Juan 3:8-9)

El verbo “practicar” significa “repetir una misma actividad constantemente, tener el hábito, la costumbre de hacer lo mismo.” Lo que dice Dios a través de Pablo y de Juan es que un verdadero creyente NO puede dedicarse a pecar sin tener remordimiento ni arrepentimiento alguno, sino que, al cometer un pecado, inmediatamente lo confesará, pedirá perdón a Dios y rogará que el Espíritu Santo lo fortalezca para no ser dominado por los deseos de la carne. Mientras que una persona que no es cristiana, y que no tiene al Espíritu Santo en su interior, practicará el pecado una y otra vez sin sentirse mal por ello o, sin tener un sincero arrepentimiento.

Diariamente luchamos contra los deseos de la carne. Nuestra naturaleza carnal siempre estará provocándonos a pecar, pero somos llamados a vivir en santidad.

14 como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia15 sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir16 porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.   (1ª de Pedro 1:14-16)

Como cristianos, cuando sabemos que hemos pecado o le fallamos a Dios no cumpliendo nuestro ministerio, perdemos de vista nuestro verdadero valor. He conocido creyentes que pensaron tan mal de sí mismos que dejaron de estudiar la biblia, de asistir al templo, se alejaron de otros creyentes y como resultado final, se hicieron infructuosos.

La clave para salir de esa situación es tener una comprensión correcta de lo que significa la Gracia de Dios y de cómo Dios puede transformarnos: “Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, y no soy digno de ser llamado apóstol, (o cristiano) porque perseguí a la iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no resultó vana; pero yo trabajé aún más que todos ellos, pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo“.   (1ª a Corintios 15:9-10)

Pablo había sido el causante de que muchos cristianos fueran encarcelados y luego muertos por haber puesto su fe en Cristo. Se imagina la culpa que sentiría cuando se encontró con Jesús y entendió lo que había hecho? Pero en vez de quedarse estancado en el recuerdo de sus pecados pasados, reconoció la Gracia y la Misericordia de Dios para no solo perdonarlo, sino darle la vida eterna y usarlo poderosamente para fundar congregaciones y predicar el evangelio por dondequiera que iba.

Como creyente, debe tener la misma mentalidad de Pablo cuando recuerda quién era antes de venir a Cristo. Ya no se trata de su pasado, sino de su presente. Debe saber que satanás le estará recordando todo el tiempo los pecados que ha cometido para que crea que Dios nunca le perdonará y hará que se sienta indigno de ser llamado cristiano porque así lo mantendrá alejado de Dios, para que no pueda seguir y servir a Cristo.

Así como Pablo, necesitamos ver nuestra vida pasada a la luz de la gracia de Dios. A través de Cristo, Dios ha perdonado, borrado y olvidado todos nuestros pecados sin importar cuáles ni cuántos cometimos:

18 ¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. 19 Él volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.”   (Miqueas 7:18-19)

Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él (i.e. Jesús) es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad10 Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, (herejía) y su palabra no está en nosotros.”   (1ª de Juan 1:8-10)

En segundo lugar, deberíamos poder decir que la Gracia de Dios nos ha transformado y que ya no somos las personas que solíamos ser y que ahora nos sentimos “completos” en Él.

Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, 10 y vosotros estáis completos en él, …”.   (Colosenses 2:9-10)

La confianza en uno mismo siempre nos hará sentirnos indignos. Pero poner nuestra fe y confianza en Jesús y en Su Gracia, nos ayudará a entender cuánto valemos para nuestro Creador.

En tercer lugar, cuando estamos alejados de Dios, sin estudiar Su Palabra, sin asistir al templo, sin servirle con nuestros dones, nos sentiremos inútiles y menos intentaremos servirle. Pablo dijo: “Trabajé aún más que todos [los otros apóstoles], pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo.”   (1ª a Corintios 15:10)

La gracia de Dios transformó a Pablo de un perseguidor a un predicador. A partir de su encuentro con Jesús, se dedicó a proclamar el evangelio, fundar iglesias y enseñar a los creyentes las verdades de Dios. El Señor lo llamó a ser un apóstol y él aceptó y cumplió ese llamado. La gracia de Dios no fue en vano. Cerca del final de su vida Pablo dijo: He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida.”   (2ª a Timoteo 4:7-9)

Puede usted hacer suyas esas palabras?

CONCLUSIÓN

Si usted no es cristiano está siendo controlado por los deseos de la carne porque no tiene al Espíritu Santo para ayudarle a luchar contra esos impulsos y, por más que lo intente, no podrá dejar de practicar el pecado. Luchar con nuestras fuerzas contra satanás y contra nuestra naturaleza, siempre nos llevará a la derrota. El Único que tiene el Poder para vencer es Cristo y, si usted decide aceptarlo como su Dios, Rey, Señor y Salvador, Él pondrá Su Santo Espíritu en usted para que le ayude a vencer los deseos de la carne.

Si usted ya es cristiano, sabe que cada pecado que usted ha cometido, si en verdad se ha arrepentido, lo ha confesado y a pedido perdón sincero, Dios ya los ha olvidado. Eso mismo tiene que hacer usted para nunca sentirse indigno de ser llamado hijo de Dios, de estudiar la biblia, de venir al templo, de llamarse cristiano, de seguirle y servirle.

Deje que Dios haga en su vida lo que usted no puede hacer por sí mismo. Sólo así podrá convertirse en todo lo que Él quiere que sea.

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