ADQUIRIR SABIDURÍA

Adquiere sabiduríaadquiere inteligencia; No te olvides ni te apartes de las razones de mi boca; … Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; Y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia. … El corazón del entendido adquiere sabiduría; Y el oído de los sabios busca la ciencia.”   (Proverbios 4:5, 7; 18:15)

20 Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones. 21 No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón; 22 Porque son vida a los que las hallan, Y medicina a todo su cuerpo. 23 Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida. 24 Aparta de ti la perversidad de la boca, Y aleja de ti la iniquidad de los labios. 25 Tus ojos miren lo recto, Y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes delante. 26 Examina la senda de tus pies, Y todos tus caminos sean rectos. 27 No te desvíes a la derecha ni a la izquierda; Aparta tu pie del mal.”   (Proverbios 4:20-27)

La única fuente de sabiduría divina es la Biblia. No se puede pensar en una pregunta o circunstancia de vida en la que la Palabra de Dios esté en silencio. Sus principios para un carácter justo, la conducta santa y la conversación honesta se aplican a cada situación y decisión que enfrentan los seres humanos.

Todos somos capaces de recordar momentos en los que no respondimos sabiamente. Esos incidentes los catalogamos en una de dos posibilidades: o no conocíamos un principio bíblico que pudiéramos aplicar, o conocíamos el principio bíblico pero optamos por ignorarlo y desobedecerlo.

Para asegurarnos de que estamos familiarizados con los principios y mandamientos de Dios y la importancia de seguirlos, obviamente tenemos que profundizar en Su Palabra.

Por ejemplo, supongamos que alguien (tu papá, mamá, hermanos, o compañero de trabajo) te agrede verbalmente y te inculpa injustamente por un costoso error. Tu carne y la influencia del mundo te harían responder con ira y malicia. Pero Lucas 6:27-29 ofrece un enfoque diferente: 27 Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; 28 bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian. 29 Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues.”

Si obedecemos este principio bíblico dado directamente por nuestro Señor Jesús, nuestra respuesta podría ser algo como esto: “¿Hay algo más? O, gracias por decirme cómo te sientes” (hablando sinceramente y con verdadera mansedumbre).

El conocimiento proviene del aprendizaje de principios bíblicos; la sabiduría tiene que ver con aplicarlos a nuestro diario vivir. El Señor nos advierte que guardemos Su Palabra en nuestro corazón y en nuestra mente para que hagamos caso a Sus instrucciones.

11 En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti.”   (Salmos 119:11)

33 Atended el consejo, y sed sabios, Y no lo menospreciéis.”   (Proverbios 8:33)

La sabiduría se adquiere a medida que “nos extendemos hacia lo que está delante” olvidando el pasado e intentando llegar a la meta para cumplir nuestro llamamiento.

12 No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. 13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, 14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.”   (Filipenses 3:12-14)

Debemos deleitarnos en la Escritura, hacer lo que dice y observar cómo cambia nuestra vida para bien, aún y cuando nos incomode y nos rete a dejar de hacer lo que nos gusta, pero que nunca nos produjo un bien duradero.

No se requieren clases especiales para adquirir sabiduría; Dios simplemente quiere corazones obedientes y un espíritu dispuesto.

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