“25 Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. 26 Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, 27 y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; 28 como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” (Mateo 20:25-28)
La forma de pensar del mundo es que los grandes hombres son aquellos que tienen autoridad, prominencia, y poder. Jesucristo tenía todos esos atributos pero renunció a ellos para convertirse en siervo. “He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones.” (Isaías 42:1)
Jesús se dio completamente a Sí Mismo para poder así cumplir el plan de Su Padre acerca de la redención, aún y cuando los beneficiarios (los creyentes de todas las eras) no estábamos sirviendo a Dios, Quien, en Su Santidad y Justicia, Es “13 Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio; …” (Habacuc 1:13)
Toda la humanidad está cubierta de pecado:
“23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,” (Romanos 3:23) y nacemos esclavos de los deseos de nuestra carne: “16 ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? 17 Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; 18 y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.” (Romanos 6:16-18) Cuando la gente decide vivir en sus propios términos, realmente están sirviendo a todo lo que sus anhelos le inclinan. El pago por este falso sentido de libertad es la muerte: “23 Porque la paga del pecado es muerte.” (Romanos 6:23)
El último gran acto de servicio de Jesús fue “dar Su vida en rescate por muchos.” (Mateo 20:28) La palabra “rescate” describe el precio pagado para liberar a un esclavo; Cristo compró voluntariamente nuestra libertad. Había una sola forma en la que Dios Santo podría remover todas nuestras culpas y permanecer Fiel a Su propia Ley y Justicia: Alguien que lograra vivir en este mundo sin cometer un solo pecado, sería el Único sacrificio acepto para pagar nuestra deuda ante nuestro Creador.
El sacrificio de Jesús nos salvó de la pena de muerte que merecíamos, recibimos el don de la Gracia y hemos sido declarados “no culpables”. Más aún, somos elevados del grado de esclavos a hijos e hijas del Todopoderoso!
Jesús sirvió al Padre cumpliendo cabalmente el propósito para el cuál fue enviado al mundo. Renunció a Su Justicia para llevar en Su cuerpo el peso de todas nuestras iniquidades, y soportó la más dolorosa pena al estar separado de Su Padre mientras moría en la cruz. Para cubrir nuestras necesidades, el Salvador no se guardó nada para Sí Mismo y al hacerlo nos dio un poderoso ejemplo de servidumbre que todo cristiano debe imitar.