“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro cultor racional.” (Romanos 12:1)
El apóstol Pablo vivió en una época en la que la prevalecía la sensualidad, la búsqueda de placer, y la rebelión contra todo lo que tuviera que ver con Dios. En respuesta a todo ello, él escribió sus cartas exhortando a los cristianos a no contaminarse e imitar los caminos, las costumbres y los hábitos del mundo. Al igual que esos primeros cristianos, nosotros también estamos llamados a vivir en devoción:
Presentando nuestros cuerpos a Dios: Significa que, TODO NUESTRO SER, MENTE, DESEOS, CARÁCTER, EMOCIONES y, por supuesto, nuestro cuerpo físico, deben ser presentados, es decir, entregados a nuestro Padre Celestial para que Él decida qué hacer con nuestro ser. Someternos al Señor y a Su voluntad, implica dos cosas: tomar la decisión definitiva de rendirle a Dios el control absoluto y comprometernos a permanecer bajo Su autoridad. Al rendirnos a Él, nos permitirá vivir con devoción.
Ser sacrificios vivos: La vida cristiana se resume en el concepto de sacrificio. Jesús dejó la perfección, pureza y santidad del cielo para vivir rodeado de personas pecadoras a fin de que Él mismo nos pudiera reconciliar con Dios. Él ofreció Su vida por nosotros como pago por nuestros pecados (1ª de Juan 3:16) y para permitirnos entrar a Su familia. Y los creyentes, debemos seguir Su ejemplo. Pablo lo llamó: “sacrificio vivo”, porque es algo que debemos hacer de forma continua cada día de nuestras vidas.
La vida está llena de opciones. Muchas decisiones nos llevan a elegir entre seguir el Camino de Dios, o el nuestro. Los cristianos maduros decidirán con más frecuencia sacrificar sus propios deseos y abrazarán la voluntad de Dios.
Una vida de devoción está caracterizada por un corazón y una mente inclinados a hacer las cosas que Dios nos pide. Aún y cuando no vivamos en perfección, debemos extendernos hacia la meta de obedecer y agradar a Dios.
Comprometámonos a ser cada vez más parecidos a Jesús, Aquel Quien, voluntariamente, entregó Su Vida en sacrificio vivo por nosotros.