“4 De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. 25 El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. 26 Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.” (Juan 12:24-26)
Cómo se sentiría si alguien lo presentara a usted al frente de una multitud diciendo algo así: “Es para mí un placer presentar ante ustedes a mi hermano(a) quien es siervo(a) del Dios Altísimo”. Una introducción como esta glorificaría a Su Señor y al mismo tiempo lo identificaría a usted con su verdadera profesión como cristiano.
La Palabra de Dios describe a los creyentes como:
- Embajadores: “20 Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.” (2ª a Corintios 5:20)
- Soldados: “3 Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo.” (2ª a Timoteo 2:3), y
- Santos: “1a la iglesia de Dios …, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro:” (1ª a Corintios 1:2)
Sin embargo, el más alto honor que un creyente puede recibir es el ser llamado “siervo del Dios Altísimo”. Desde la perspectiva del mundo, aquellos que deciden “negarse a sí mismos” para seguir al Señor Jesús, deberían estar en el último lugar de la fila, sin embargo, la realidad es que ellos serán los primeros en el Reino de Dios: “16 Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.” (Mateo 20:16)
Tristemente, la definición de “servir a Dios” es a menudo aplicada solamente a ciertos ministerios. Por ejemplo: El pastor sirve. Los maestros sirven. Los que preparan los alimentos para la congregación sirven. Pero los encargados de la administración o de la limpieza, se dice que ellos solamente hacen su trabajo. Sin embargo, desde el punto de vista de nuestro Padre Celestial, el trabajo hecho de corazón para Él, sin importar su naturaleza, tiene el mismo valor para Dios. “23 Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; 24 sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.” (Colosenses 3:23-24)
Así que usted no ponga atención en si los demás valoran o no su servicio al Señor. Si lo está haciendo todo para Su Gloria, entonces usted está sirviendo a Dios como Él lo demanda.
Así que, el servicio al Señor no depende de qué hacemos, sino de qué tan bien cumplimos con todo aquello que Dios nos ha mandado y nos ha equipado para hacer.
“10 Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.” (1ª de Pedro 4:10)
El verdadero siervo de Dios imita, tanto la actitud humilde de Jesús, como Su constante interés por alcanzar al mundo perdido, por amor a Dios.