ELEGIR LA ESPERANZA

Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios? Me acuerdo de estas cosas, y derramo mi alma dentro de mí; De cómo yo fui con la multitud, y la conduje hasta la casa de Dios, Entre voces de alegría y de alabanza del pueblo en fiesta.¿Por qué te abates, oh alma mía, Y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.Dios mío, mi alma está abatida en mí; Me acordaré, por tanto, de ti desde la tierra del Jordán, Y de los hermonitas, desde el monte de Mizar.Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas; Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí.Pero de día mandará Jehová su misericordia, Y de noche su cántico estará conmigo, Y mi oración al Dios de mi vida.Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué te has olvidado de mí?¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo?10 Como quien hiere mis huesos, mis enemigos me afrentan, Diciéndome cada día:¿Dónde está tu Dios?11 ¿Por qué te abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.”  (Salmos 42)

Dios da la bienvenida y promete ayudar a quienes le traen su dolor.

Un lamento es una expresión de tristeza o queja. Alrededor de un tercio de los salmos entran en esta categoría, lo que nos dice que Dios recibe con agrado este tipo de oraciones.

De hecho, son un componente esencial de la comunicación con el Señor, al igual que la alabanza, la adoración, la confesión y la intercesión. Nuestros lamentos pueden estar llenos de dolor, ira y confusión, pero Aquel que nos creó no se sorprende ni se ofende por nuestras palabras y emociones desordenadas y sin ningún filtro.

Muchos eruditos creen que los Salmos 42 y 43 fueron en algún momento un solo cántico. En estos dos capítulos, encontramos lamento intercalado con un estribillo que ocurre tres veces: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío.”   (Salmo 42:5, 11; Salmo 43:5)

Después de un recuento doloroso y real de sus circunstancias, el salmista incluye un estribillo repetido que predica las verdades de Dios a nuestro corazón y nos anima a esperar en Él.

Es un recordatorio de que podemos ser sinceros con Dios en cuanto a nuestras circunstancias y de que podemos confiar en Él incluso durante nuestros días más sombríos.

Cualesquiera que sean nuestras circunstancias, en lugar de la depresión y la tristeza, debemos ELEGIR LA ESPERANZA en Dios, descansar en Sus promesas, y alabémosle de todo corazón con la certeza de que Él siempre nos librará y nos llevará a “lugares de delicados pastos y nos hará descansar.”   (Salmo 23:2)

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