EN QUIÉN O EN QUÉ CONFÍA

15 No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. 16 Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. 17 Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” 

(1ª de Juan 2:15-17)

El joven rico se arrodilló ante Jesús para saber qué tenía que hacer para tener la vida eterna. Movido a compasión, El Señor inició con él un diálogo para que se el joven se diera cuenta de su errónea forma de pensar y así identificar su problema espiritual:

17 Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? 18 Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino solo uno, Dios. 19 Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre. 20 Él entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. 21 Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. 22 Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.”   (Marcos 10:17-22)

Primero, el joven rico erróneamente creía que haciendo buenas obras u obedeciendo todos los mandamientos sería suficiente para entrar al cielo. La vida eterna no se puede “comprar”; es un regalo que recibimos gratuitamente al poner nuestra fe en Jesucristo como nuestro Salvador y Señor de nuestra vida. Tampoco es algo que se pueda obtener aparte de Dios. La vida eterna es nuestra en el preciso momento de nuestra salvación, cuando Dios viene a morar en nosotros en la Persona del Espíritu Santo.

16 Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: 17 el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.”   (Juan 14:16-17)

Segundo, el joven rico estaba atando a las cosas materiales. Jesús le señaló su problema espiritual al plantearle un “último sacrificio”: 21 Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.” (Marcos 10:21) El Señor no estaba ensañando que dar todo lo que poseemos es la forma de obtener la salvación. Jesús quería que este joven entendiera que precisamente poner su confianza en sus posesiones terrenales le sería imposible entrar al cielo. Jesús le ofreció que tendría Sus tesoros en el cielo, pero el joven decidió irse por su camino.

La decisión de este hombre demostró lo que Jesús sabía de antemano, que era esclavo de sus riquezas. Entonces el Señor aprovechó para enseñarle a sus discípulos que las personas que tienen bienes y posesiones ponen su confianza en ellos mismos en lugar de buscar a Dios:

“Hijos, !!cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas! (Marcos 10:24)

Aunque no lo pensemos así, la realidad es que la mayoría de nosotros tiene más riqueza que la gente pobre, por lo tanto, aunque no tengamos muchos bienes, corremos el riesgo de caer en la misma trampa del joven rico. Creemos en Jesús para la salvación pero confiamos en nuestros mismos para nuestro diario vivir.

Creemos que dependemos solamente de nuestra inteligencia, talentos, bienes materiales, o del apoyo de nuestros familiares y amigos; pero Dios quiere que confiemos únicamente en Él y en nadie más. Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová.”   (Jeremías 17:5)

Es claro que no podemos decir que confiamos en Dios y al mismo tiempo, tomar nuestras decisiones sin considerar lo que Él dice en Su Palabra.

Así que, usted tiene que tomar una decisión hoy mismo, o pone toda su fe y confianza en Dios para asegurar vivir la eternidad en Su Presencia, o “corre el riesgo” de vivir como le plazca y terminar eternamente en el infierno. Es tiempo de decidir!

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