Existen tres etapas en la vida cristiana: NUEVO NACIMIENTO, TRANSFORMACIÓN Y CONFORMACIÓN. La primera sucede una sola vez y es irrepetible. La segunda tiene lugar durante toda nuestra vida, es decir, nunca termina, y la tercera es consecuencia de la segunda y tendrá su fin cuando seamos resucitados por nuestro Señor Jesús.
1. NUEVO NACIMIENTO: (Juan 3:3; 2ª a Corintios 5:17)
Es importante entender que NO es algo que el ser humano pueda hacer por sí mismo. Solamente con la intervención divina de nuestro Creador, podemos renacer. (Juan 1:13-14; Efesios 2:1; Santiago 1:18; 1ª de Pedro 1:3, 23)
Para entender el significado del nuevo nacimiento debemos responder la siguiente pregunta: ¿Qué hay en la mente y en el corazón de un recién nacido? Pureza, inocencia, amor incondicional, humildad, necesidad de ser enseñado, dependencia absoluta.
2. TRANSFORMACIÓN: (i.e. metamorfosis) (Romanos 12:1-2; Efesios 4:17-18; 22-24)
Esta etapa tampoco es algo que podamos hacer por nosotros mismos, sino que es el Poder transformador de Dios, a través de Su Espíritu Santo, Quien irá, en la medida que se lo permitamos, cambiando nuestra antigua forma de ser que vivía siguiendo los rudimentos del mundo, y creando en nosotros un nuevo ser. (2ª a Corintios 3:18; Tito 3:3-6)
¿Qué es lo que tiene que ser transformado? Nuestro corazón y nuestro espíritu, por la Palabra de Dios. (Salmos 51:10; Ezequiel 18:31; 36:26; Efesios 1:17-19; Colosenses 3:5-10)
3. CONFORMACIÓN: (i.e. Hacerse igual; tomar la forma; ser similar) (Romanos 8:29)
Como dijimos anteriormente, la conformación se da como resultado de la transformación y, por lo tanto, tampoco es en nuestras fuerzas o capacidades, y será cumplimentada cuando estemos con Jesús en Su Gloria. (Filipenses 1:6; 3:20-21; 2ª a Tesalonicenses 2:13-14; 1ª de Juan 3:1-:3)
Incluso la primera etapa depende de la acción del Espíritu Santo, Quien nos convence que somos pecadores y que necesitamos a Jesús en nuestra vida para alcanzar la salvación y la vida eterna. “7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. 8 Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. ” (Juan 16:7-8) (“pecado” = Cf. Juan 8:24)
De modo que es necesario tener un corazón dispuesto y entregado a la voluntad de Dios para que sea Él Quien nos haga nacer de nuevo, nos transforme, y nos conforme a la imagen de Su Hijo. Y, todo esto, para que podamos, siendo hijos Suyos, darle la gloria por la eternidad.