“Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida 2 (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); 3 lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. 4 Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.” (1ª de Juan 1:1-4)
Jesús nos llamó a ser sus testigos. Algunos cristianos, cuando escuchan esta verdad, se preocupan porque piensan que necesitan tener habilidades excepcionales o un gran carisma para poder explicar las buenas nuevas a otras personas. Sin embargo, ser testigos de Jesús no se limita únicamente a compartir el plan de salvación.
La palabra “testigo” significa literalmente: “ver, oír, o conocer de forma personal y perceptiva; testificar; sustentar un testimonio; dar o proporcionar evidencia palpable de lo que se testifica”. Cuando el apóstol Juan escribió que él estaba compartiendo lo que él mismo había experimentado de primera-mano, estaba diciendo algo así: “Estoy lleno de gozo por la indescriptible experiencia de haber conocido a Jesús, y quiero invitarte a que tú también experimentes este gran gozo.”
Por ejemplo, cuando te enamoras de alguien, estás tan entusiasmado con esa relación que realmente gozas el tiempo que pasan juntos. De la misma manera, cuando te enamoras de Jesús, no puedes conservar solo para ti el gozo que produce conocerle. Simplemente es algo que se desborda desde lo más profundo de tu ser, y deseas compartirlo no solo con personas no creyentes, sino también con tus hermanos en la fe, a fin de exhortar y fortalecer sus vidas con tu propia experiencia o tu testimonio de lo que Jesús ha cambiado en tu vida.
Por otra parte, cuando das testimonio de Quién es Dios y como Él trabaja en tu vida, no hace ninguna diferencia si lo haces en voz baja, uno a uno, o si lo expresas en voz alta para que muchos te escuchen. Cada persona, en su espíritu, podrá percibir el genuino gozo que estás experimentando en tu interior y que fluye al exterior como algo más que una simple o natural alegría o felicidad temporal. Y, los no creyentes que vean ese gozo en ti, tendrán interés por poder sentir ese mismo gozo. De esa manera, el Espíritu Santo que mora en ti, se manifestará a ellos.
Así que, ser testigos de Jesús no es un asunto de elocuencia o concurso de talentos; es una demostración visible de tu relación personal con Jesucristo.
Conforme tú permitas que el Espíritu Santo refleje Su Poder a través de ti, podrás contagiar tu gozo a los demás, como el fruto de Su Presencia en tu interior.