Nada, ni siquiera las decisiones que tomemos, podrán impedir que Dios nos ame. (Romanos 8.18-39)
En tiempos de dolor y adversidad, podemos llegar a sentir que Dios nos ha abandonado. Si Él hubiera estado aquí, pensamos, ya habría hecho algo. Sin embargo, el pasaje de hoy dice que nada puede separarnos del amor de Cristo:
NI LOS ACONTECIMIENTOS:
No hay ninguna circunstancia, por muy mala que sea, que pueda apartarnos del amor de Dios. De hecho, “somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.” (Romanos 8:35-37) y nuestras dificultades solo ayudarán a transformarnos a la imagen de Cristo. “29 Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo…” (Romanos 8:29)
NI EL TIEMPO:
Nada de lo que hayamos experimentado en el pasado, de lo que enfrentemos hoy o de lo que encontremos en el futuro puede separarnos de Cristo:
“38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 8.37:38). Él siempre está con nosotros: “y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” (Mateo 28:20)
NI LOS PODERES:
Ninguna entidad maligna que intente engañarnos puede vencer a nuestro Señor, Quien nos tiene asidos firmemente en Sus manos. (Romanos 8:38-39)
NINGUNA COSA CREADA:
Si Dios dice que usted es Suyo, nada ni nadie, ni siquiera usted mismo, puede romper esa relación. (Romanos 8:39)
Las dificultades no son una indicación de que Dios se haya olvidado de nosotros; solo son parte de nuestra vida en este mundo. Recuerde que su Padre celestial está a su lado aunque usted no se lo pida, aunque usted no lo sienta.
“11 Palabra fiel es esta:
Si somos muertos con él, también viviremos con él;
12 Si sufrimos, también reinaremos con él;
Si le negáremos, él también nos negará.
13 Si fuéremos infieles, él permanece fiel;
Él no puede negarse a sí mismo.” (1ª a Timoteo 2:11-13)
Desde el momento en que Él nos hace suyos, seremos siempre suyos.