“22 Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro;” (1ª de Pedro 1:22)
Si respondemos con nuestros impulsos naturales, probablemente seríamos amables cuando la gente nos trata bien. Sin embargo, en otras ocasiones, tal vez nuestra reacción sea de enojo, agresividad o venganza.
Jesús claramente nos enseñó a amar aún y cuando las personas que están a nuestro derredor no parezcan ser amables. Y Jesús siempre vivió siendo congruente con Sus enseñanzas. De hecho, Cristo nos amó tanto como para dar Su vida por nosotros, aún y cuando Él sabía que éramos pecadores: “8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Romanos 5:8) Ciertamente entonces, en agradecimiento por Su sacrificio, y por Su Poder, nosotros, Sus seguidores, podemos amar a los demás como Él lo hizo.
“18 Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.” (1ª de Juan 3:18)
Aunque es muy difícil responder con amor a quien nos agrede, ese comportamiento piadoso puede producir grandes bendiciones en su vida y en la de aquel que recibe su amor sincero.
- En primer lugar, nuestro Padre Celestial se agrada de su forma de actuar. Entender esta verdad debe producir en usted gozo, paz, y un sentimiento de satisfacción por haber cumplido con Dios.
- En segundo lugar, los creyentes deben sentirse entusiasmados y expectantes de ver cómo Dios actuará en esa persona a la que le hemos demostrado Su amor.
- En tercer lugar, debe haber en usted la certeza y la seguridad de que el Espíritu Santo está trabajando desde su interior, permitiendo que el amor divino fluya a través de su vida rendida a la voluntad de Dios.
Jesús dijo a Sus apóstoles: “35 En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” (Juan 13:35) Debido a que la piedad y el amor incondicional es algo poco común en nuestro mundo, la gente a su derredor lo notará.
Tratar a los demás de la forma en que deseamos se tratados, es lo que construye una relación profunda y duradera que todas las personas quisiéramos tener. Si no tenemos relaciones de amistad que sean significativas en nuestra vida, no veremos ningún sentido a nuestra existencia, sin importar cuánta riqueza o cuántas posesiones tengamos.
Piense en las personas con las que tiene contacto cada día. Está usted amándolas de la misma forma en que Jesús le ama a usted?