LA FAMILIA CRISTIANA DISFUNCIONAL – CAPÍTULO TRES: LOS HIJOS Y SUS PADRES

Conozco algunas familias en las que los hijos han logrado “dominar” a sus padres y ser ellos quienes tomen las decisiones en el hogar. Por ejemplo, tristemente, hay muchas familias cristianas en las que los padres “acceden” a congregarse en cierto templo porque es ahí donde sus hijos “se sienten cómodos” o es la “única” congregación que a sus hijos les agrada sin importarles que la doctrina, la enseñanza, la versión bíblica, la alabanza y la adoración no estén en perfecta armonía con la Verdad que Dios nos dejó en las Sagradas Escrituras.

Dicho simplemente, tienen más temor de estar en conflicto con sus hijos que con Dios y prefirieron “obedecer” los deseos de sus hijos, que obedecer a Dios. Esas son familias cristianas MUY disfuncionales.

En esas familias, tanto el padre como la madre no están cumpliendo el mandato de Dios y han perdido su autoridad ante sus hijos, aunque se nieguen a verlo y a aceptarlo, porque sus hijos se han dado cuenta de que pueden manejarlos a su antojo.

Porque si en la más alta responsabilidad en la debemos sentir un gran temor de fallarle a Dios que es la de guiar a nuestros hijos por Su Camino, han cedido a sus caprichos, los tendrán dominados al grado de no solo opinar, sino decidir qué hacer su nuestro hogar y empezarán a tomar ellos las decisiones que más les convengan aprovechando la debilidad del carácter de sus padres.

Como este ejemplo, hay muchas otras áreas en las que los hijos tomaron un rol que no les corresponde y, por ello, han hecho que su familia sea disfuncional.

Lo que Dios les manda a los hijos con respecto a su relación con sus padres es muy claro y simple, y, si tan sólo cumplieran con este mandamiento, sus vidas serían grandemente bendecidas.

12 Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.”   (Éxodo 20:12)

Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justoHonra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesapara que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.”   (Efesios 6:1-3)

Los sinónimos más comunes en nuestro idioma para el verbo “honrar” son: Respetar, Reverenciar, Admirar, Estimar, Apreciar y Favorecer.

Pero la palabra hebrea que se usa en el versículo de Éxodo también significa: ser noble y procurar la honra. En este caso, se nos ordena a los hijos que demostremos en todo tiempo que honramos a nuestros padres, para que las personas que lleguen a conocerlos, también los honren.

Mientras que la palabra griega que se usa en el pasaje de Efesios también significa: valorar, tener en alta estima. Y en este mismo pasaje podemos entender que quizá la forma más clara forma de demostrar que honramos a nuestros padres es “obedeciéndolos” (i.e. escuchándolos atentamente, aceptando someterse y sujetarse a su autoridad) “porque esto es justo.” Es decir, es lo correcto, es lo que está bien delante de Dios.

Por otra parte, también es importante notar que en estos pasajes Dios no utiliza ningún adverbio de tiempo. Es decir que NO HAY UNA EDAD PARA EMPEZAR O PARA DEJAR DE HONRAR A NUESTROS PADRES. Debemos honrarlos toda nuestra vida, aún y cuando ellos ya hayan fallecido.

Tampoco Dios menciona algo con respecto al carácter o forma de ser de nuestros padres como condición para honrarlos. Dios no nos da excusas ni razones para dejar de hacerlo. Dios NO DICE: “honra a tus padres siempre y cuando…” o “te permito no honrar a tus padres si ellos son o hacen tal o cual cosa”. NOTA: ESTOY REFIRIÉNDOME A PADRES E HIJOS CRISTIANOS, familias que creen y confiesan a Jesucristo como su Dios, Rey, Señor y Salvador.

Así que, en este sentido, damos por hecho que el padre de familia está sujeto a la autoridad de Cristo y que Cristo es Quien dirige todas sus decisiones. Y que la madre de familia es respetuosa y sumisa a la autoridad de su esposo. Si alguno de ellos falla en su rol y en cumplir sus responsabilidades asignada por Dios, lo más seguro es que sus hijos no los honrarán y, en la primera oportunidad, dejarán el hogar y, lo más triste, abandonarán a sus padres tarde o temprano.

Para dejarlo más claro, hablando de familias CRISTIANAS, cuando desobedecemos a nuestros padres, si hablamos mal de ellos, si murmuramos, si nos quejamos incluso con nuestros hermanos o hermanas, si contradecimos sus órdenes, si tratamos de convencerlos de hacer lo que queremos, no solo estamos negándonos a someternos a su autoridad, deshonrando así a nuestros padres, también desobedecemos y deshonramos a Dios.

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