LA IGLESIA CÓMODA

16 Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. 17 Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban. 18 Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.”   (Mateo 28:16-20)

Creo que es bastante evidente que la sociedad en la que vivimos es muy egocéntrica, y esta misma característica puede estar presente en una iglesia. Cada vez que un cuerpo local de creyentes desarrolla un enfoque interno, su fecundidad en el ministerio comienza a disminuir, y el caminar cristiano de cada miembro se ve obstaculizado.

Muchos creyentes quieren que su iglesia sea acogedora y cómoda. Vienen a escuchar un buen sermón, a tener comunión con otros hermanos y a tratar de satisfacer sus necesidades. Pero Dios nunca tuvo la intención de que la reunión de Su pueblo fuera como un club de campo; Él nos llama a unirnos a un ejército que llevará el evangelio a territorio enemigo.

Una iglesia efectiva, una que representa una amenaza real para satanás, es aquella que se conforma, se comporta y actúa como un solo cuerpo. Es un grupo de personas que han sido discipulados y están ocupados en discipular a otros enseñado la verdad de las Escrituras, se les ha entrenado para el servicio y se les ha ayudado a madurar espiritualmente. Pero todo esto se logra con el propósito de salir al mundo, no para convertirse en un santuario autónomo de consuelo cristiano.

La urgencia del mandato del Señor y la condición desesperada de la humanidad deben motivarnos a dejar la seguridad de nuestras comunidades cristianas y entregar el mensaje de salvación a través de Jesús. Evitar esta responsabilidad es frustrar el plan que diseñó nuestro Padre Celestial para cada uno de Sus hijos, y perdernos la oportunidad de ser partícipes en la construcción de Su reino aquí en la tierra.

Ninguno de nosotros quiere perder tiempo o energía en cosas triviales y, por lo tanto, perder el emocionante cumplimiento de la voluntad de Dios. Él nos ha llamado, no a una vida de tradición cómoda, sino a una aventura de obediencia. Responde a Su llamado: ¿ayudarás a llenar Su reino con personas de todas las tribus y naciones?

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