“16 Porque quebrantó las puertas de bronce, Y desmenuzó los cerrojos de hierro. 17 Fueron afligidos los insensatos, a causa del camino de su rebelión Y a causa de sus maldades; 18 Su alma abominó todo alimento, Y llegaron hasta las puertas de la muerte. 19 Pero clamaron a Jehová en su angustia, Y los libró de sus aflicciones. 20 Envió su palabra, y los sanó, Y los libró de su ruina. 21 Alaben la misericordia de Jehová, Y sus maravillas para con los hijos de los hombres; 22 Ofrezcan sacrificios de alabanza, Y publiquen sus obras con júbilo.” (Salmos 107:16-22)
Los seguidores de Cristo pueden caer en la trampa de tratar de justificar sus errores. Pero cuando han terminado de explayar sus excusas con mucha creatividad, al final, todo puede resumirse a cuatro razones para haberse rebelado:
- Rehúso a obedecer lo que Dios manda: Hay conductas muy obvias que podemos interpretar como desobediencia a las leyes de Dios. Pero muy seguido las formas más sutiles pasan inadvertidas. Estas pueden ser: albergar la falta de perdón o ignorar las súplicas de ayuda de otras personas.
- Perseguir aquello que está prohibido: El Señor ha declarado ciertos límites a lo que debe ser nuestro comportamiento como Sus hijos. (Romanos 1:28-32; Gálatas 5:19-21) Él no busca con ello arruinar nuestra vida, pero Él sabe que algunas clases de deseos o acciones pueden tener consecuencias devastadoras para nosotros.
- Perseguir aquello que Dios permite, pero de la manera en que está prohibido: Los cristianos somos libres para tratar de tener muchas cosas: salud, éxito, prosperidad, relaciones fuertes y duraderas con muchas personas. Todo eso está permitido y disponible para nosotros. Pero los creyentes no tenemos la libertad de lograr ninguna de esas metas por medios equivocados: robar, mentir, engañar, cometer alguna injusticia, etcétera.
- Perseguir aquello que Dios permite, pero buscando obtenerlo en “mi tiempo”: La impaciencia frecuentemente es la razón por la que la gente termina endeudándose o teniendo relaciones con quien sabe que no debe tenerlas. Nosotros decidimos ir tras algo que queremos antes de recibir claramente la dirección de Dios.
Cuando vamos a tomar una decisión, cualquiera que esta sea, aunque nos parezca no muy importante o relevante, primero debemos preguntarnos: ¿Cuál sería la decisión más sabia que puedo tomar? Después, debemos hacer una pausa antes de seguir, pedir la dirección de Dios en oración, y esperar a que nos responda con toda claridad.
Cuando cumplimos la voluntad de Dios, nunca necesitamos inventar alguna excusa para explicar o justificar lo que estamos haciendo.