¿Nos habrá dejado Dios Padre alguna fórmula, consejo o solución para sanar un corazón destrozado por la pena, el dolor, o para planes u objetivos no alcanzados?
“Hijo mío, no te olvides de mi ley, Y tu corazón guarde mis mandamientos; 2 Porque largura de días y años de vida Y paz te aumentarán. 3 Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad; Átalas a tu cuello, Escríbelas en la tabla de tu corazón; 4 Y hallarás gracia y buena opinión Ante los ojos de Dios y de los hombres. … 7 No seas sabio en tu propia opinión; Teme a Jehová, y apártate del mal; 8 Porque será medicina a tu cuerpo, Y refrigerio para tus huesos.” (Proverbios 3:1-4; 7-8)
“20 Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones. 21 No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón; 22 Porque son vida a los que las hallan, Y medicina a todo su cuerpo. 23 Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.” (Proverbios 4:20-23)
“El corazón alegre es buena medicina, pero el espíritu quebrantado seca los huesos.” (Proverbios 17:22)
Este último versículo se refiere, no a las enfermedades físicas sino a las espirituales. “Un corazón alegre” se refleja al exterior. El regocijo interior es producido por la fe en que todo viene de nuestro amoroso Dios y todo es para nuestro bien. Esta clase de fe influye en lo que pensamos, las decisiones que tomamos, y, a la larga, en cómo nos sentimos, no solo interior sino también exteriormente. Implica tener la voluntad sincera de dar gracias a Dios tanto en las pérdidas como en las ganancias de la vida. Es “buena medicina” porque tiene un efecto positivo en cuanto a cómo percibimos y experimentamos la vida y, además, restaura nuestra salud espiritual.
El versículo también nos enseña que un espíritu herido, que ha quedado sin ser atendido puede llegar a la desesperación. El “espíritu quebrantado” se refiere a experiencias dolorosas grabadas en nuestro corazón y en nuestra memoria. Son los fracasos y las heridas emocionales del tiempo pasado que afectan las decisiones que tomamos hoy. Estas ideas negativas pueden “secar los huesos”. Es decir, debilitar nuestra fe, desanimarnos, alterar nuestra paz y la tranquilidad que alguna vez estuvo centrada y cimentada en la certeza de que Dios nos sostendrá siempre.
¿Cómo debemos “tomar esta medicina”?:
- Separa un tiempo y un lugar apropiado para descargar y entregar tu tristeza y dolor ante Dios. (Lucas 22:39-46)
- Clama por Su misericordia, restauración y consolación. (1ª de Reyes 19:1-8; 2ª a Corintios 1:3-5)
- Pero después de ese tiempo de oración, deja todo en las manos de Dios. (Mateo 26:36-39; 44-46)
- Cura tus heridas, exponiéndote a diario a la Palabra de Dios, ella te transformará y te hará sabio. (Salmos 119:97-104)
- Alaba y da gracias a Dios dondequiera, con quien quiera y comoquiera que estés. (Salmos 71:14-24; 1ª a Tesalonicenses 5:18)
- Trata de ver lo bueno en una situación negativa. (Filipenses 1:12-14)
- Sé un instrumento de bendición para los demás. (Filipenses 2:3-4)
Toma y aplica a tu vida diaria los remedios que Dios te ofrece en Su Palabra y recuerda, que tener un “corazón alegre”, siempre es una buena medicina para el alma y para el cuerpo también.