NUESTRA VERDADERA IDENTIDAD

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia,”   (Efesios 1:3-8)

Cuando escucho a un creyente decir: “Solo soy un pecador” siento que debo responderle, “Eso es lo que eras antes.” Muchos cristianos se ven a sí mismos como alguien cuya personalidad ha sido “parchada, remendada”, “una versión un poco mejor de lo que era su viejo yo.”

Pero la Palabra de Dios contradice ese tipo de opiniones: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2ª a Corintios 5:17) De hecho, con base en las Escrituras, a partir del momento en que recibimos a Cristo como nuestro Dios, Rey, Señor y Salvador de nuestra vida somos completamente diferentes porque Su Divina Presencia nos ha hecho renacer, somos un nuevo ser, tenemos un nuevo comienzo y una nueva oportunidad para empezar a hacer todo bien con nuestra nueva vida. Hemos muerto a nuestra vieja naturaleza, y hemos renacido con una nueva naturaleza.

La pregunta es: ¿Deben los cristianos creer en lo que sienten ser, o deben creer en lo que Dios dice acerca de ellos? La biblia nos llama “discípulos” (Juan 13:34-35), “santos” (Romanos 1:7), y “coherederos con Cristo” (Romanos 8:17). Si su opinión es que usted es “solamente un pecador”, entonces no podrá gozar y experimentar plenamente su verdadera identidad como seguidor de Dios.

Creer lo que el Señor dice acerca de nuestra nueva identidad es una elección. Ciertamente satanás intentará convencer a los creyentes que las Escrituras no se aplican a ellos. Él sabe que los creyentes que están cautivos en su pobreza espiritual rechazarán oportunidades de compartir el evangelio y servir al Reino de Dios. Es mucho más sencillo destruir y paralizar a un cristiano que piensa de sí mismo como “un simple pecador” que conquistar el espíritu de un verdadero discípulo quien sabe con certeza que es hijo de su Amante Padre Celestial.

Nuestra verdadera identidad está definida no por nuestras acciones pasadas sino por las acciones que realizó nuestro Salvador. Jesús compró nuestras vidas pagando con Su sangre y nos reconcilió con Dios Padre, nuestro Creador, Quien nos ha adoptado como Sus amados hijos. Así que, tenemos todas la razones y todo lo necesario para mantener nuestra cabeza en alto, estar firmes, y con valor, proclamar el evangelio a toda criatura.

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