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¿Alguna vez has sentido que la vida no es justa contigo? ¿Observas como otras personas prosperan y te has preguntado por qué Dios no te bendice también? Probablemente te has sentido tentado a pensar que Dios no te ama o que simplemente no está interesado en los problemas que enfrentas. Tal vez batallas con alguna aflicción que te limita, haciéndote la vida difícil, y te cuestionas por qué Dios permite esas cargas que te detienen o te lastiman.

Este tipo de circunstancias son aún más difíciles de sobrellevar cuando estás activamente buscando y tratando de hacer la voluntad de Dios, esforzándote por caminar en obediencia, viviendo una vida que le agrade a Él.

Otras veces pareces encontrar una salida, una puerta abierta que solucionaría tus problemas, solo para darte cuenta más tarde que está completamente cerrada y sellada para ti. En esos tiempos, es probable que te encuentres a ti mismo clamando a Jesús y preguntándole: ¿Qué pasó? ¿Acaso hice algo malo? ¿Malentendí Tus instrucciones? O tal vez, te oyes diciendo: ¡Esto es totalmente injusto!

Imaginemos cómo se sentían y qué pensaban aquellos santos de los que habla la Biblia en los tiempos tanto del Antiguo Testamento como en los primeros años de la iglesia, e incluso en lo que están soportando los creyentes hoy en día en lugares donde el cristianismo es castigado con la muerte.

Por ejemplo, recordemos la historia de José, el hijo de Jacob. Fue vendido como esclavo por sus propios hermanos, injustamente acusado de adulterio por la esposa de Potifar y olvidado por años en la prisión por aquel que le prometió ayudarle cuando el rey lo restaurara en su puesto. (Génesis 37; 39) Son esos momentos de confusión y desánimo en los que tendemos a cuestionar a Dios por qué permite que Sus hijos pasemos por circunstancias o experiencias que nos parecen injustas. Hoy tenemos el beneficio de saber que el Padre usó todos esos eventos en la vida de José para poder salvar al mundo del hambre que les acechaba. Al final, José pudo testificar que: Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo.”   (Génesis 50:20)

Otro ejemplo son los cristianos que murieron devorados vivos por los leones, o muertos a espada por defender su fe en Cristo. Familias enteras.

De la misma manera, nosotros también enfrentamos retos o dificultades que nos parecen “injustas” pero que realmente son herramientas en las manos de Dios para desarrollar nuestra fe y ayudarnos a confiar en Él.

Romanos 8:28 nos asegura que todo lo que nos sucede será para nuestro bien y que podemos salir victoriosos de cualquier prueba o experiencia contraria, si confiamos plenamente en Él y en Sus promesas, y si seguimos en Su Camino sin desviarnos. (Proverbios 4:27)

Entonces, ¿cómo podemos estar seguros de que estamos en el centro de Su voluntad cuando parece que todo va mal?

En nuestra vida cotidiana oímos frases (o incluso tal vez alguno de nosotros las haya pronunciado) tales como:

  • Ya me merezco… un descanso, un ascenso, un incremento salarial, un reconocimiento, una tregua, etcétera…
  • Me lo he ganado a pulso…
  • Ya es justo que… me levanten el castigo, que termine mi sufrimiento, que alguien se dé cuenta de todo lo que valgo, que valoren mis esfuerzos.
  • Ya fue suficiente… castigo, tiempo de espera, etcétera

Todas estas expresiones y otras similares pudieran relacionarse con el hecho de querer “reclamar” lo que nosotros consideramos que es nuestro derecho.

Pero, cuando oímos este tipo de comentarios podemos asegurar que esa persona ha perdido la perspectiva de la realidad porque, ¿Quién le permitió conseguir y conservar ese empleo? ¿O quién le permitió crear su empresa? ¿O que lo que tienes y lo que has logrado es en verdad tuyo? ¿Quién te permitió y les dio a tus padres o a ti los medios para prepararte, para estudiar tu carrera? ¿Quién te creó esas capacidades y habilidades? Comparémonos con algunos personajes de las Escrituras:

  • ¿Dijo alguna vez Moisés que él rescató al pueblo de la esclavitud y que los alimentó y guio por más de 80 años en el desierto?
  • ¿Acaso se vanaglorió Pedro diciendo que por su primer discurso logró que se convirtieran como tres mil personas? (Hechos 2:41) y que él y Juan convencieron a cinco mil varones? (Hechos 4:4)
  • ¿O Pablo llevaba la cuenta de cuántas nuevas iglesias formó, o a cuánta gente llevó a los pies de Jesús, o de cuántas cartas escribió, como si fueran obras suyas?
  • ¿Hay algún pasaje en el que alguno de los discípulos cuente cuánta gente evangelizó, bautizó, sanó o exorcizó?

Todos ellos dieron siempre la gloria y la autoría a Dios. Nunca dijeron que por hacer todo ello, se merecían o tenían el derecho de recibir algo a cambio. Y, además, todo lo anterior, tiene valor eterno.

“Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre. Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.”   (Lucas 10:17-20)

¿Y qué decir de nuestro Señor Jesús?

Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, …”   (Filipenses 2:3-8b)

¿Qué derechos reclamó para sí?

No estoy diciendo que no tengamos derechos ni tampoco afirmo que no debiéramos defenderlos. Pero sí afirmo que la Biblia nos enseña la forma correcta en la que debemos reaccionar cuando sentimos que nuestros derechos han sido violados.

Por ejemplo, veamos Mateo 5:38-44. Éste es un pasaje que ha sido mal interpretado de muchas maneras, porque su significado más profundo es, precisamente, nuestra actitud y respuesta hacia aquellos que violentan nuestros derechos:

  • Volver la otra mejilla simplemente quiere decir, renuncia a tu derecho de responder a la violencia con violencia, sino responder con palabras blandas mostrando tu amor por los enemigos. (vs. 39)
  • Entregar la capa es hacerle ver a la otra persona que tú reconoces que el Dueño de todo lo que tienes es Dios y que cedes tus derechos para entregarle a la otra persona, en nombre de Dios, aquello que sabes que no te pertenece. (vs. 40)
  • Llevar la carga por más de una milla quiere decir, que, si alguien te exige de más en tu trabajo, renuncias a tu derecho de negarte argumentando que no te pagan para ello, y trabajas aún más de lo que te exigen. (vs. 41)
  • Dar y prestar al que nos pide, no significa entregar todos nuestros bienes sin mesura, sino otra vez reconocer que el Dador y Dueño de todas nuestras posesiones es Dios mismo y que Él sabrá recompensarte por declinar tus derechos a cambio de mostrar Su amor a otros. (vs. 42)

En otras palabras, los creyentes debemos renunciar a nuestros derechos por amor a Dios y a nuestros prójimos. La Biblia NO enseña que los creyentes debemos dejar que la gente nos atropelle sin consideración alguna. Quiere decir que cuando ellos intenten algo así, ofrezcamos la respuesta correcta basada en los principios bíblicos.

Tal vez tú estés pensando: “Dice eso porque no tiene idea de lo que he tenido que soportar”. Y tienes toda la razón, no tengo la menor idea. Pero lo que sí sé es como Jesucristo, nuestro ejemplo, reaccionó al terrible abuso sobre su persona. Él fue traicionado por Sus amigos; acusado injusta y falsamente, blasfemado, y golpeado hasta el cansancio. Perseguido, condenado y crucificado por su propia gente. En todo ello, Él cedió Sus derechos. Y terminó ese día orando en la cruz por Sus enemigos: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.”   (Lucas 23:34)

Ahora, antes de asumir que la capacidad de perdón y amor que demostró Jesús está totalmente fuera de nuestro alcance, recordemos que, los creyentes, tenemos a Su Santo Espíritu morando en nosotros. Jesús le llamó: “otro Consolador”, “otro IGUAL a Mí”. Es decir que, ante las situaciones de abuso que enfrentemos, nuestras respuestas y reacciones deben de surgir de Él y no de nuestras emociones. Es imposible perder cuando mostramos a otros el ilimitado amor de Dios. Y al mismo tiempo, ganaremos Sus bendiciones y, tal vez, alguien alcanzará la salvación gracias al ejemplo que le has dado.

CONCLUSIÓN

Según el pasaje de Filipenses:

  1. Nada hagáis por contienda o vanagloria
  2. No mirando cada uno (solamente) por lo suyo propio
  3. Tomando forma de siervo
  4. Humillarse a sí mismo

“Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz.”   (Juan 18:37)

Que salgamos convencidos a ceder nuestros derechos y que podamos declarar, de todo corazón, que lo ÚNICO que nos interesa, la razón principal por la que vivo cada día es esto mismo:

Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad.

¡Vayamos al mundo a dar testimonio de la Verdad!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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