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Algunas personas tienen la creencia de que todo va a mejorar desde el momento en que se convierten en seguidores de Cristo. Sin embargo, no pasará mucho tiempo para descubrir que sus problemas persisten. Entonces, ¿cómo podemos reconciliar la realidad de experimentar ansiedad, relaciones rotas, desempleo, problemas financieros o enfermedades con la abundante vida que Cristo promete a Sus seguidores? Nuestros problemas pueden causarnos confusión y decepción, y, si somos honestos, tal vez tengamos que admitir que a veces hemos sentido o pensado que Dios nos ha abandonado.

Bueno, lo primero que quiero asegurarte es que Dios nunca se ha olvidado de ti y jamás te abandonará. Desde los tiempos antiguos, ésta es una de Sus promesas. Ese es Su plan, Su objetivo, cuidar de Su creación. (Isaías 45:16; Hebreos 13:5-6)

Sin embargo, en los momentos de prueba no necesitamos perder el tiempo tratando de entender lo que Dios está haciendo, sino tener fe inamovible en que Sus planes son perfectos y, por ende, mucho mejores que los nuestros. (Isaías 55:8-11)

Aún y cuando en nuestro interior realmente deseamos que Él nos conceda una vida de felicidad y confort, sin pena ni dolor, Su objetivo es mucho mayor que eso.  (Romanos 8:29)

Es por eso que Él tiene que hacer algunos cambios en nuestra vida y nosotros también tendremos que participar en el cumplimiento de Sus planes:

  1. Hemos de reconocer que Dios nos ama tanto que no puede dejarnos tal y como nos encontró. En el proceso de transformarnos a la imagen de Su Hijo, Él traerá a nuestra atención aquellas actitudes, comportamientos, hábitos y formas de pensar que teníamos antes de ser salvos. Lo hará permitiendo que tengamos inquietudes y problemas provocados precisamente por esas actitudes dañinas a fin de que las reconozcamos y podamos combatirlas. Él no permitirá que ninguna de ellas se interponga a Su propósito de hacernos cada vez más como Jesús. (Filipenses 1:6)
  2. ¿Cómo sabrás si el Señor está tratando de desarraigar algo que le estorba en tu vida? Algunas veces lo veremos de forma evidente, por ejemplo, Dios alejará de nuestras vidas a aquellas amistades perjudiciales, o incluso nos sacará del lugar en donde estemos (ciudad, empleo, escuela, etcétera) pero más comúnmente veremos a Dios trabajar con nuestras emociones, aquellas que no están del todo bien. Por ejemplo: ¿Has tenido sentimientos de resentimiento o falta de perdón al encontrarte con alguien que te hirió en el pasado? ¿Te has sentido sólo, inadaptado o rechazado?

Si reconoces cuáles son esas actitudes que están afectando la paz y el gozo que debieras experimentar en tu vida cristiana, sin duda te darás cuenta cuando el Señor empiece a trabajar en ellas.

Para ello, hay ciertos pasos que puedes tomar para asegurarte de aprovechar toda Su Misericordia con la que está tratando de sanar todas tus heridas.

  1. Debes ser honesto contigo mismo.  (Salmo 51:6)

No trates de ignorar o negar lo que realmente estás sintiendo. Tenemos la tendencia a olvidar nuestro pasado para enterrar nuestro dolor. Sin embargo, si no enfrentas aquello que Dios te está revelando como algo escondido en tu corazón, continuarás sufriendo los efectos dañinos de éstas emociones negativas. Recuerda que Dios no puede ser engañado.

  1. Debes dejar de culpar a otros, incluyendo a satanás. (Santiago 1:13-15)

Mientras sigas desviando la razón de tu problema tratando de descargar la responsabilidad en alguien más por cualquier dolor, pérdida o circunstancia en tu vida, estarás deteniendo el poder sanador de Dios. Aún y cuando el dolor por las heridas sufridas parezca insoportable, es vital que perdones a cualquiera que te haya hecho algún mal.   (Colosenses 3:12-13)

  1. Pide al Señor que sane tus sentimientos más perjudiciales. (Jeremías 17:14)

Nombra específicamente cada área de tu vida en la que pierdes el control de tus emociones y confiesa a Él tus reacciones pecaminosas, y disponte de todo corazón a cooperar con Dios en el proceso de sanación. (Salmo 6:2)

El Espíritu Santo te restaurará y transformará a la imagen de Cristo si te rindes a Su Autoridad. (Salmo 32:1-3)

  1. Debes comprender que la salud emocional toma tiempo. (Salmo 25:4-5)

No puedes simplemente de un momento a otro decidir ya no sentir ninguna de esas emociones dolorosas nunca más. Dios trabajará firme y amorosamente para ayudarte a sobreponerte a tus penas para que te conviertas en la persona que Él desea que seas y que así puedas cumplir el propósito para el cuál te llamó.

¿Estás dispuesto a rendirte hoy, a entregarle a Jesús tus sentimientos, tus penas y decepciones más profundas, y a permitir que el Señor cave y saque de raíz las semillas que han estado dañando tu vida?

El proceso puede ser doloroso, pero nunca te arrepentirás de rendirle al Señor el control de toda tu vida. Las mayores bendiciones de Dios, están del otro lado del sufrimiento.

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