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Para los discípulos, la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén debió ser un día de gran gozo. Pero al día siguiente, algo muy diferente sucedió.
El patio de los gentiles, la única área del templo a la que podían entrar los no judíos, se había convertido en un mercado. El Maestro y sus seguidores se abrieron paso entre los clientes que regateaban con los comerciantes, gritaban sobre el ganado o se agolpaban alrededor de las mesas de los cambistas.
Los discípulos debieron haber quedado sorprendidos con la actitud de Jesús pues ellos esperaban que el Mesías juzgara a los enemigos de Israel, no a su propio pueblo y su lugar de culto. En voz alta, el Señor les recordó una escritura que al parecer habían olvidado. “ 17 Y les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.” (Marcos 11:17)
Este evento está narrado en los cuatro evangelios sin ninguna variación lo que significa que fue de gran importancia para los discípulos asegurarse de que quedara registrado:
“12 Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; 13 y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.” (Mateo 21:12-13)
“45 Y entrando en el templo, comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él, 46 diciéndoles: Escrito está: Mi casa es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.” (Lucas 19:45-46)
“13 Estaba cerca la pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén, 14 y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados. 15 Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas; 16 y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado. 17 Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume. 18 Y los judíos respondieron y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto? 19 Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. 20 Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás? 21 Mas él hablaba del templo de su cuerpo. 22 Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho.” (Juan 2:13-22)
El fervor de Jesucristo para PURIFICAR EL TEMPLO reveló la prioridad y la importancia que le daba Jesús a la adoración y a la limpieza espiritual necesaria para tener acceso al Padre. Y esto mismo es lo que Jesús esperaría ver en Su “nuevo templo”.
“19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1ª a Corintios 6:19)
Haciendo una analogía entre el templo físico y el templo espiritual que somos los creyentes, no hay duda alguna que Jesús tiene ese mismo celo por el cuidado y el esmero que cada uno de Sus hijos debe mostrar para que Su templo se conserve puro, limpio y que sirva para el mismo fin, esto es, como un “lugar” dedicado exclusivamente para adorar y glorificar a Dios Padre.
En este sentido, debemos comprender que si adoramos, servimos y seguimos a un Dios Vivo, Jesucristo, todo nuestro ser, espíritu, alma, mente y cuerpo deben estar dedicados a esta adoración y asegurarnos de que nada nos estorbe para lograrlo.
Los gentiles, los no creyentes, abusaban buscando riquezas materiales sabiendo que los creyentes en Jehová irían cada día de reposo a llevar sus diezmos y sus ofrendas al templo, y que tendrían necesidad de cambiar sus ganados y cosechas por monedas.
El “nuevo templo” de Dios, nuestro ser, debe usarse para lo mismo que el templo físico y debe guardar las mismas características:
- Que ninguna persona ni ninguna actividad me estorbe o me impida asistir al templo. Y que ni mis propios deseos suplanten en nuestro corazón a Dios y nos provoque a pecar dejando de asistir a Su Casa de Oración. “8 Acuérdate del día de reposo para santificarlo. 9 Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; 10 mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija.” (Éxodo 20:8-10) {Cf. Isaías 58:13-14}
- Mantener este templo limpio de todo pecado. No solamente el séptimo día sino que siempre sea nuestro ser un templo en el que Jesús pueda habitar. “19 Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, 20 por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, 21 y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, 22 acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.” (Hebreos 10:19-22) {Cf. Juan 15:13}
- Somos responsables de nuestra salud y bienestar del templo de Dios a fin de poder ser usados por Él en todas nuestras capacidades. “16 ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? 17 Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.” (1ª a Corintios 3:16-17)
- Casa de Oración. Que todos los días dediquemos un tiempo para buscar estar en Su Bendita Presencia, uno a uno. Estamos hablando del templo espiritual. “Dios, Dios mío eres tú; De madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, En tierra seca y árida donde no hay aguas, 2 Para ver tu poder y tu gloria, Así como te he mirado en el santuario. 3 Porque mejor es tu misericordia que la vida; Mis labios te alabarán. 4 Así te bendeciré en mi vida; En tu nombre alzaré mis manos. 5 Como de meollo y de grosura será saciada mi alma, Y con labios de júbilo te alabará mi boca, 6 Cuando me acuerde de ti en mi lecho, Cuando medite en ti en las vigilias de la noche. 7 Porque has sido mi socorro, Y así en la sombra de tus alas me regocijaré. 8 Está mi alma apegada a ti; Tu diestra me ha sostenido.” (Salmos 63:1-8)
- Dedicado a Glorificar a Dios. Esta es la única razón por la cuál Dios mantiene vivo cada “nuevo templo”, para que en él se produzca fruto que permanezca para Su Gloria. “20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.” (1ª a Corintios 6:20) (Colosenses 1:10)
CONCLUSIÓN
Los discípulos tuvieron que esperar a que Jesús resucitara para entender y creer en Sus Palabras, Sus Promesas y Sus Profecías. (Juan 2:22) Nosotros sabemos y estamos ciertos de que Jesús resucitó y vive e intercede por nosotros a la Diestra de Dios Padre.
Jesús demostró que nadie, ni siquiera el pueblo elegido por Dios, debería poner obstáculos a cualquiera que busque obedecer al Señor. En esencia, cada creyente, como templo del Espíritu Santo, debiera ser como un “refugio” al que cada no creyente se acercara para buscar en él a Dios, puesto que debemos llevar la imagen de Cristo en cada paso que demos y con cada persona que Él acerque a su “nuevo templo.”
Somos el templo del Dios vivo, Jesucristo, vestido de santidad, pureza, salud, dedicado a la oración incesante y a la glorificación de nuestro Padre Celestial.
Mantengamos “el nuevo templo de Dios purificado” para que todos los que nos conozcan puedan ver en nosotros la imagen del Dios resucitado, al Dios vivo, al Dios que les ama, al Dios que les está buscando y ofreciendo vida eterna