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“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”   (Romanos 12:1-2)

 Una vida consagrada (dedicada, apartada, santificada) es aquella que ya no busca su propia satisfacción mediante un estilo de vida pecaminoso, influenciado por el mundo y sus costumbres, sino que se ha entregado a Dios y a Su voluntad.

 Hábito = Una actitud, acción o reacción que a fuerza de repetirse frecuentemente se convierte en un acto instintivo, inconsciente, es decir que no requiere ser razonado o pensado para efectuarse. 

¿Cómo es una vida consagrada y cómo podemos alcanzarla?

Como creyentes en Cristo, hemos sido llamados a vivir en santidad, rindiendo nuestra vida al Señor (Lucas 9:23) para que Dios Padre pueda cumplir Sus propósitos y Sus planes para los cuales nos creó y nos mantiene con vida. Lo que hacemos habitualmente influye en gran medida en si podremos o no vivir consagrados a Dios.

 Existen siete hábitos que nos ayudarán a cumplir nuestra meta de vivir en santidad. Bien haría en tomar nota de ello:

1.  Meditar en las Sagradas Escrituras:6 Cuando me acuerde de ti en mi lecho, cuando medite en ti en las vigilias de la noche”.   (Salmos 63:6)

Al meditar en la Palabra de Dios, es como si nos detuviéramos a observarnos en el espejo. Si queremos tener una vida consagrada a Dios, apartemos tiempo cada día para estar a solas con el Señor. “Ordena mis pasos con tu Palabra, y ninguna iniquidad se enseñoree de mí”.   (Salmos 119:133)

Cuando estudiamos las Sagradas Escrituras, Dios nos habla y nosotros escuchamos. Cuando oramos, nosotros hablamos con Dios y Él nos escucha.

2. Ser constantes en la oración: 12 constantes en la oración;” (Romanos 12:12); 17 Orad sin cesar.”   (1ª a Tesalonicenses 5:17)17 Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, Y él oirá mi voz.”   (Salmos 55:17)

Este hábito de orar es algo que aprendemos de la vida de Jesucristo. Aunque los discípulos y la multitud no comprendían por qué tenía que apartarse para orar, el Señor sabía que la oración era una prioridad en su vida.

35Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”.   (Marcos 1:35)

12 En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.”.   (Lucas 6:12)

Orar no es una obligación, sino un deleite.

3. Tener fe solamente en Dios: “Jehová estableció en los cielos su trono, y su reino domina sobre todos”. (Salmo 103:19) {Cf.  Jeremías 17:5}

Dios está en control de todo lo que existe; no solo de lo que sucede, sino también de las causas y de las consecuencias en cada situación. Su Soberanía es el cimiento sobre el cuál debe mantenerse firme nuestra fe para creer y confiar solamente en Él.  5 Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. 6 Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas”. (Proverbios 3:5-6)

Lo opuesto a la fe es la preocupación. Una vida consagrada a Dios pone a un lado las preocupaciones y confía en las promesas del Señor. Cada vez que una situación nos inquiete, debemos recordar Quién está en control. Si reconocemos que la Soberanía de Dios reina por encima de todo, no tenemos razones para preocuparnos. La mejor evidencia de nuestra fe es la ausencia de afán.

4. Obedecer a Dios: “Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra”.  (Deuteronomio 28:1)

Si vivimos en obediencia al Señor, no nos contaminaremos con las modas, filosofías y creencias del mundo. Dejarse dominar por sus propios deseos, seguir sus propios planes sin tomar en cuenta la voluntad de Dios, nos llevará al fracaso aunque a nosotros nos parezca que estamos teniendo éxito.   (Proverbios 14:12)

5. Depender del Espíritu Santo:“[ser] llenos del Espíritu” (Efesios 5:18) El Espíritu Santo ciertamente mora en cada cristiano, pero el apóstol Pablo también nos dice que debemos mantenernos “llenos” de Él. La forma verbal indica una acción continua, siempre, en toda circunstancia. Solo dependiendo de la dirección del Espíritu Santo podemos llegar a ser y a hacer lo que Dios desea. (Efesios 2:10; Filipenses 2:13)

6. Dar a Dios y a los necesitados: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir”. (Lucas 6:38) (Comparar con: Lucas 21:1-4; 1ª a Corintios 16:1-2)

Nunca podremos superar a Dios en generosidad. Pero si nos negamos a dar, damos a entender que creemos que todo es nuestro y que solamente nosotros tenemos el “derecho” a decidir qué hacer con nuestros bienes. Esta actitud es muy riesgosa porque solo el Señor puede predecir y proveer para nuestras necesidades futuras.

7. Perdonar todo y a todos:32 Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” (Efesios 4:32)

No es fácil perdonar, pero es lo que Dios nos pide que hagamos. Aunque alguien nos traicione, debemos perdonar y confiar en que el Señor se hará cargo de la situación.

CONCLUSIÓN

Cuando las cosas no resulten como espera, no le pida a Dios que le muestre si está haciendo algo mal, más bien pregúntele qué es lo que está dejando de hacer.

Si entendemos que cada uno de estos hábitos están escritos por Dios mismo en las Sagradas Escrituras, entonces no nos debe quedar duda de que Dios espera y desea que cada uno de Sus hijos consagre su vida a adorarle y servirle cada día. Así qué, quisiera que piense y decida hoy mismo adoptar estos hábitos de consagración:

  1. Meditar en las Sagradas Escrituras (Prioridades)
  2. Ser constantes en la oración (Diariamente, mañana, tarde y noche)
  3. Tener fe solamente en Dios (Ni en mí mismo, ni en otra persona, ni en los bienes terrenales)
  4. Obedecer a Dios (TODA la biblia)
  5. Depender del Espíritu Santo (No en mis capacidades, conocimientos o habilidades)
  6. Dar a Dios y a los necesitados (En ese preciso orden y con el corazón, según haya prosperado)
  7. Perdonar todo y a todos (Pasado, presente y futuro)
  • ¿Qué aspectos de su vida debe cambiar para cultivar estos siete hábitos?
  • ¿Cuál de ellos es el que le resulta más difícil?
  • ¿Qué obstáculos tendrá que vencer para convertirlo en un hábito diario?

NOTA: Si estamos fallando en varios de estos hábitos de consagración, NO debemos intentar adoptarlos todos de una vez, sino elegir al menos uno de ellos y pedirle al Señor que nos ayude a hacerlo parte de nuestra vida diaria. Una vez adoptado ese nuevo hábito, continúe con el siguiente hasta lograr tenerlos todos.

Recuerde, consagrar nuestra vida a Dios es un mandato, y es la única forma de demostrarle a nuestro Padre Celestial que en verdad le amamos y que queremos dedicar nuestra vida a agradecerle por habernos concedido, inmerecidamente, por Su Sola Gracia, la salvación de nuestras almas y la vida eterna.

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