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Existe cierta confusión en la interpretación de algunos pasajes que nos enseñan cómo debemos reaccionar como cristianos ante las ofensas. Jesús nos instruye con Sus propias palabras cómo perdonar las ofensas dentro de la iglesia y por otro lado, nos da ejemplo de vida de cómo perdonar las ofensas fuera de la iglesia. Sus instrucciones son tan diferentes y opuestas como lo son claras y precisas.
En primer lugar vamos a analizar cómo debemos perdonar cuando entre hermanos de una misma congregación surge alguna ofensa que pudiera ocasionar una división en la congregación. No perdamos de vista que la estrategia de satanás es engañar y dividir para destruir. Tristemente ha habido y habrá congregaciones que se dividirán o incluso desaparecerán por causa de hermanos o hermanas que ofenden o son ofendidos.
Jesús lo sabía y estaba tan preocupado por evitar que el Cuerpo de Cristo se divida, que nos dejó claramente definido qué hacer si se presenta este tipo de situaciones.
Para interpretar correctamente y en su contexto los pasajes que vamos a estudiar, debemos entender la expresión “hermanos” que Jesús usa en estos versículos. Aquellos a quienes Jesús se refiere como “hermanos” somos los creyentes en Cristo, los que conformamos Su iglesia:
“10 Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos. 11 Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, 12 diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, En medio de la congregación te alabaré.” (Hebreos 2:10-12) (Cf. Juan 1:12)
Con esta verdad en mente, entendamos que los siguientes pasajes en los que Jesús nos enseña cómo perdonar son exclusivamente para aquellas situaciones en las que una ofensa puede afectar la unión y la estabilidad de una congregación:
SI UN HERMANO DE TU CONGREGACIÓN TE OFENDE
“15 Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. 16 Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, (hermanos de la misma congregación) para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. 17 Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano.” (Mateo 18:15-17)
Vemos claramente que si no se aclara la ofensa, lo que está en riesgo es la estabilidad de la iglesia y por ello, en última instancia para tratar de solucionar el problema, se tiene que involucrar a toda la congregación. De modo que la finalidad es que la persona que te ha ofendido vuelva a congregarse (“ve … si te oyere, has ganado a tu hermano”) y que NO provoque divisiones en la congregación. Por lo tanto, no debemos tomar la ofensa como algo personal o que solo incumbe a uno mismo, sino como algo peligroso que puede dañar a los demás congregantes.
SI TÚ OFENDES A UN HERMANO DE TU CONGREGACIÓN
“21 Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. 22 Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, (a su hermano) quedará expuesto al infierno de fuego. 23 Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, (i.e. al templo) y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. 25 Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel.” (Mateo 5:21-25)
Nuevamente, lo que está en riesgo es la estabilidad y la unión de la congregación. Si usted sabe que ha ofendido a algún hermano o hermana, y este ha dejado de asistir al templo a causa de dicha ofensa, usted tiene la responsabilidad de traerle de vuelta pidiéndole perdón y reconciliándose con él o ella. Y si usted no actúa primero, pudiera ser que la persona ofendida, haga saber a la congregación que usted le ofendió y entonces la iglesia lo llame a usted a cuentas. En estos dos casos, no se trata de un asunto personal, se trata de nuestra responsabilidad de mantener el Cuerpo de Cristo unidos, en comunión, en armonía.
En el tercer caso, veremos lo que dice Dios acerca de cómo debemos perdonar cuando la ofensa que recibimos NO pone en riesgo a nuestra congregación.
SI ALGUIEN, CREYENTE O NO CREYENTE TE OFENDE
“19 Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, (i.e por ser cristiano) sufre molestias padeciendo injustamente. 20 Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. 21 Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; 22 el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; 23 quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; …” (1ª de Pedro 2:19-23)
Nuestro ejemplo a seguir NUNCA debe ser otro que Cristo mismo. Así que, si nos insultan, nos ofenden, nos menosprecian, nos faltan al respeto o nos causan cualquier otro mal, el ejemplo de Jesús es simplemente guardar silencio y “encomendando nuestra causa al que juzga justamente.”
“7 Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.” (Isaías 53:7) {Cf. Mateo 26:57-68}
Entendemos entonces, que cuando somos ofendidos por cualquier persona, creyente o no creyente, en alguna manera que NO ponga en riesgo al resto de nuestra congregación, debemos perdonarle de forma inmediata tal como Cristo nos perdonó y nos ha perdonado, y dejarlo todo en manos del Único Juez Justo.
CONCLUSIÓN
¿Quién de todos los que ofendieron a Jesús le pidió perdón? NINGUNO!!!
Y aún así, clavado en la cruz, nuestro Señor le pidió a Su Padre: “34 Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” (Lucas 23:34)
¿Está usted esperando a que la persona que le ofendió venga a disculparse para “poder perdonarla”?
Si es así, tenga en cuenta que, mientras usted no perdone, Dios no le perdonará a usted sus ofensas…
“14 Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; 15 mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.” (Mateo 6:14-15)
Por otra parte, si algún hermano o hermana de nuestra misma congregación nos ofende o si nosotros le ofendemos, debemos de forma inmediata seguir las instrucciones precisas que nos dejó nuestro Señor Jesús y evitar, a toda costa, que nuestra congregación se divida o, peor aún, se destruya a sí misma.
“13 Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. 14 Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 15 Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros.” (Gálatas 5:13-15)
Las ofensas que recibimos del mundo o de creyentes que no pertenecen a nuestra congregación, Dios las juzgará y nos defenderá. A nosotros solo nos toca perdonar de forma inmediata y de todo corazón. Para lo demás, ya hemos sido instruidos.
“31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. 32 Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” (Efesios 4:31-32)