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En la biblia leemos estas dos expresiones en los evangelios: “El reino de Dios” y “El reino de los cielos”. Ambas se refieren a un mismo reino. Y debemos entender que ese reino ya está aquí pero que aún no ha llegado a su plenitud. Aquellos de nosotros que reconocemos a Jesucristo como nuestro Rey y Señor somos ciudadanos de Su reino. Nuestro Rey está sentado a la Diestra del Padre, Gobernando Su Reino desde el cielo, mientras que nosotros vivimos en la tierra para cumplir Sus propósitos y en espera de Su regreso para llevarnos a Su Gloria.
“20 Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; 21 el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.” (Filipenses 3:20-21)
Jesús nos explicó qué es el reino de Dios. Comenzó su ministerio anunciando que dicho reino ya estaba en la tierra:
“Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.” (Mateo 4:17)
También nos advirtió lo siguiente: “ 20 Preguntado por los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia, 21 ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros.“ (Lucas 17:20-21)
Pero también aclaró que Su Reino no pertenece a la esfera terrenal: “ 36 Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.“ (Juan 18:36)
Y como misión primordial dijo que Él venía a “reclutar” súbditos para Su Reino: “Respondiendo Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo: 2 El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo; 3 y envió a sus siervos a llamar a los convidados a las bodas; mas estos no quisieron venir. 4 Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a los convidados: He aquí, he preparado mi comida; mis toros y animales engordados han sido muertos, y todo está dispuesto; venid a las bodas. 5 Mas ellos, sin hacer caso, se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios; 6 y otros, tomando a los siervos, los afrentaron y los mataron. 7 Al oírlo el rey, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad. 8 Entonces dijo a sus siervos: Las bodas a la verdad están preparadas; mas los que fueron convidados no eran dignos. 9 Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis. 10 Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas fueron llenas de convidados.” (Mateo 22:1-10)
Estas palabras de Jesús tienen su cumplimiento futuro durante el tiempo de la Segunda Venida de Cristo: “6 Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! 7 Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. 8 Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos. 9 Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios.” ( Apocalipsis 19:6-9)
En conclusión: Los creyentes somos ciudadanos de un reino espiritual en esta tierra y vivimos bajo las leyes y mandamientos que ha establecido nuestro Rey, y Él espera que mientras vivamos en este mundo dediquemos nuestra vida a servirle de forma visible, es decir, que quien nos conozca nos pueda distinguir como cristianos. Para esto es necesario hacer lo siguiente: “9 Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, 10 para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; 11 fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; 12 con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; 13 el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, 14 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.” (Colosenses 1:9-14)
Sabiendo que este reino espiritual no quedará establecido plenamente hasta que nuestro Rey no venga nuevamente: ¿Cuál es el deseo de tu corazón? Que YA se establezca el reino de Dios, o que tarde muchos años más en venir?
La biblia registra al menos tres oraciones que, si de verdad deseamos que nuestro Señor venga ya, las repetiríamos constantemente con vehemencia y convicción:
- “Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.” (Mateo 6:10)
- “Maranatha” (1ª a Corintios 16:22), Es una palabra aramea que significa: “El Señor viene.” Fue la petición exclamativa de Pablo al cielo por el pronto regreso de Jesucristo para establecer la plenitud de su reino.
- “Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús.” (Apocalipsis 22:20)
CONCLUSIÓN
Es natural que los seres humanos quieran vivir muchos años aunque no le den rumbo ni sentido a sus vidas. Y, al mismo tiempo, como cristianos es natural querer ver crecer a nuestros hijos, nietos, bisnietos en el Camino del Señor. Como dijo el apóstol Pablo:
“21 Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. 22 Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. 23 Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; 24 pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros.” (Filipenses 1:21-24)
La decisión correcta la escuchamos en voz de nuestro Señor Jesús: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.” (Mateo 6:10)
Lo invito a que todos los días incluya estas peticiones en sus oraciones:
“¡Maranatha! ¡Ven ya, Señor Jesús! ¡Venga tu reino! y hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.” Amén.”