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El término “vil” se aplica a una persona que es indigna, no confiable, que falta o corresponde mal a la confianza que en ella se deposita.
Dios ha depositado en nosotros toda su confianza, y Él espera que no seamos viles sino que sirvamos a Sus propósitos, que cumplamos lo que Él nos encomienda. Veamos uno de los muchos ejemplos de la confianza que Dios deposita en Sus hijos:
“14 Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. 15 A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. 16 Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. 17 Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. 18 Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor. 19 Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. 20 Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. 21 Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. 22 Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. 23 Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. 24 Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; 25 por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. 26 Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. 27 Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. 28 Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. 29 Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. 30 Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.” (Mateo 25:14-30)
Hay muchas enseñanzas en este pasaje pero, para el sermón de esta mañana nos concentraremos en lo siguiente:
- Los bienes que tenemos NUNCA DEJAN DE SER propiedad de Dios.
- Dios nos confía Sus bienes para que nosotros los administremos sabiamente.
- Estos bienes deben ser usados primeramente para el crecimiento de Su Reino en el mundo.
- Sabemos que tendremos que dar cuenta de qué hicimos con ellos.
- Si no participamos en el crecimiento del Reino de Dios con los bienes que Él nos ha confiado, seremos considerados siervos viles, merecedores de ser castigados.
La forma en que administramos los bienes que Dios nos confía, demuestra quién es en realidad el “señor de nuestra vida” y, bíblicamente hablando, solamente hay dos señores: Dios, o yo mismo. Y la advertencia de Jesús es muy clara:
“24 Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.” (Mateo 6:24) {Cf. Lucas 16:13}
El punto principal de enseñanza en este pasaje lo encontramos en el verbo “servir”. Porque cuando no servimos a nuestro Señor, es porque nos estamos “sirviendo” a nosotros mismos. Es decir que preferimos satisfacer nuestros gustos y caprichos en vez de darle a Dios lo que es Suyo. Dios acusó a Su pueblo de esto mismo:
“8 ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. 9 Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado. 10 Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. 11 Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos.” (Malaquías 3:8-11)
Es claro que Dios culpaba al pueblo de tomar para ellos mismos todo, el cien por ciento de los bienes que Él les proveía. Está usted cayendo en este pecado también? La biblia llama a este pecado: “avaricia”.
Avaricia: Afán desmedido de poseer, adquirir y atesorar riquezas. Sinónimo de codicia, ambición, tacañería.
De modo que no diezmar ni ofrendar es sinónimo de avaricia porque atesoramos para nosotros los bienes que le pertenecen a Dios.
“15 Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.” (Lucas 12:15)
“5 Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; 6 cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, 7 en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas.” (Colosenses 3:5-7)
“5 Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré;” (Hebreos 13:5)
Cuando usamos para nosotros lo que le corresponde a Dios, estamos siendo viles, avaros, desobedientes e idólatras. Le estamos literalmente robando a Dios.
CONCLUSIÓN
Dios nos pide que le sirvamos a través de nuestros diezmos y ofrendas para que Su Obra siga prosperando:
“1 En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. 2 Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas.” (1ª a Corintios 16:1-2)
Ahora le pido que escuche claramente: DIOS NO NECESITA EL DINERO que nos da! Finalmente TODO es Suyo. “8 Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos.” (Hageo 2:8) Pero nos permite ser sus mayordomos para probar nuestra fe y nuestra fidelidad hacia Él.
Diezmar y ofrendar no solo son una muestra de amor, de sumisión al Señorío de Cristo, reconociendo que TODO es Suyo y que NADA es nuestro. Son una forma de servir a Dios para que Él siga haciendo crecer Su Reino en este mundo. Pero si usted o yo no le obedecemos dándole lo que le corresponde y que de todas maneras es Suyo, el único que pierde es quien le desobedece.
“35 En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.” (Hechos 20:35)
El único beneficiado al servir a Dios con los bienes que Él nos ha confiado es aquel que obedece su llamado a serle fiel.