Back to series

57 Yendo ellos, (i.e. “un escriba” Mateo 8:19) uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que vayas. 58 Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza. 59Y dijo a otro: (i.e. “otro discípulo” Mateo 8:21) Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre. 60 Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios. 61 Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. 62 Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.”   (Lucas 9:57-62) {Cf. Mateo 8:18-22} {Cf. 1ª de Reyes 19:20}

En esta escena vemos a tres diferentes personas, la primera que al parecer tenía un interés genuino de seguir a Jesús, y otras dos a quienes Jesús les llamó a seguirlo, pero cada uno de los tres tenía un pretexto que le impidió obedecerlo, aunque la biblia no nos dice si los tres o ninguno de ellos realmente decidió seguir a Cristo.

  • 57 Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que vayas. 58 Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.”

Como señala Mateo, este era un intérprete y maestro de las Escrituras. Los escribas, según varios pasajes se habían declarado enemigos de Jesús de modo que este es un hecho aislado y extraño. Las palabras del escriba se pueden leer así: “Señor, quiero ser tu discípulo y estoy dispuesto a seguirte a donde quiera que vayas y a obedecerte en todo.” A esta “oferta” Jesús le hace ver que, a pesar de ser el “Hijo del Hombre” profetizado en Daniel 7:13, pasaje que seguramente era conocido por el escriba y que identificaba a Jesús como el Mesías, Dios encarnado, no tenía ni siquiera un lugar donde pasar la noche a salvo ni con las más mínimas comodidades. Dicho en otra forma, le describió parte de lo que le costaría cumplir su promesa de seguirlo como su Señor.

  • Y dijo a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre. 60Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.”

A diferencia del escriba, este es un discípulo a quien Jesús le hace un llamado igual que el que le hizo a cinco de sus apóstoles: “Sígueme.” La respuesta del discípulo: ”déjame que primero vaya y entierre a mi padre” no significa que su padre había muerto, sino que deseaba esperar hasta que su padre muriera para poder recibir su herencia. Este discípulo describe a aquellos que siempre tienen algo más que hacer antes de obedecer el llamado de Jesús a seguirle y servirle.

Por ello la respuesta de Jesús es enfática: No hagas lo que hacen aquellos que están espiritualmente muertos, o sea, preocuparse por ellos y por los que están como ellos. Si en verdad quieres ser mi discípulo, “ve y anuncia el reino de Dios.”

Por supuesto que el Señor no está sugiriendo que descuidemos nuestras responsabilidades familiares, sino que entendamos que en todo Jesús es Primero. Seguir al Mesías y proclamar el evangelio debe ser la prioridad de todo aquel que se considera discípulo de Jesús.

  • 61Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. 62 Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.”

El tercer personaje, al igual que el escriba, se ofrece a seguir a Jesús, pero no cuando Jesús se lo pida, sino cuando él “pueda” porque antes tiene otras cosas importantes que hacer, como despedirse de su familia. Esto parece algo correcto o al menos una petición no tan descabellada, pero Jesús espera que, al igual que los apóstoles (Mateo 4:18-22, 9:9), todos a quienes Jesús llama, lo sigan de forma inmediata.

37 El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; 38 y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.”   (Mateo 10:37-38)

Cuando confiamos en Jesucristo como Salvador, “(ponemos nuestra) mano en el arado” e iniciamos nuestro camino en la vida cristiana. NO hay marcha atrás, no hay nada de qué arrepentirse, no hay duda alguna, no hay nadie que nos detenga o nos impida seguir a nuestro Señor, ni siquiera la persona a la que más amamos en este mundo. Solamente así, se cosechará una fe abundante y a prueba de todo.

CONCLUSIÓN

En estos tres personajes vemos un poco de cada una de las TRES COSAS QUE NOS IMPIDEN SEGUIR A CRISTO: 

  • ORGULLO
  • IDOLATRÍA (Personal y religiosa)
  • MATERIALISMO

Hay momentos en nuestras vidas, en nuestro diario andar, que se nos olvida que cuando aceptamos y confesamos a Jesús como nuestro Dios, Rey, Señor y Salvador, le dijimos: “Señor, te seguiré a donde quiera que vayas”, pusimos nuestras manos en el arado y decidimos no volver a mirar atrás.

¿Cuál o cuáles de estas tres cosas nos están estorbando para obedecer el llamado de Jesús a seguirle y servirle?

Print your tickets