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TRES VERSIONES DIFERENTES DE UNO MISMO
1ª Versión: ¿Cómo me ven los demás?
¿Qué piensa la gente de ti? ¿Qué tan cierta y certera es su percepción? Es decir, ¿la aceptarías como una descripción correcta de tu persona?
“Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado, para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios. Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías. A éstos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan; pero ellos darán cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos.” (1ª de Pedro 4:1-5)
Al momento de nuestra conversión, aquellos que nos conocieron antes de ser cristianos y nos consideraron iguales a ellos en nuestros hábitos, formas de pensar y de actuar, se sorprenderán de que ya no queramos participar de todo ello, les parecerá cosa extraña y eso ocasionará motivos de burla e, incluso, de separación.
Los que conocieron nuestra “vana manera de vivir” quisieran que mejor siguiéramos con ellos en el “desenfreno de disolución”, que seamos licenciosos, es decir, que nos permitamos seguir pecando igual que ellos. En todas estas tentaciones, nuestra fe será puesta a prueba y, si somos débiles e inconstantes en nuestra nueva manera de vivir, provocaremos que la burla sea aún mayor.
Dios nos llama a romper los lazos con el mundo, a salir de las tinieblas y ser hijos de luz que reflejen a otros el Poder transformador que Cristo ha traído a nuestras vidas, para que, cuando nos ultrajen, aprovechemos la oportunidad para testificarles lo que Dios ha hecho en nosotros.
“Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. No seáis, pues, partícipes con ellos. Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad), comprobando lo que es agradable al Señor. Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas; porque vergonzoso es aun hablar de lo que ellos hacen en secreto.” (Efesios 5:6-12)
De modo que, si nos tildan de locos, exagerados, fanáticos religiosos o cualquiera otro adjetivo como esos, está bien, Jesús nos advirtió que seríamos vituperados (Mateo 5:11) por seguirlo a Él.
“Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado. Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno; pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello.” (1ª de Pedro 4:14-16)
PERO, si nos califican como hipócritas o falsos, es muy probable que nuestro testimonio como cristianos no sea lo suficientemente sólido y convincente. En éste triste caso, seríamos piedra de tropiezo para los que el Señor quiere traer a Su Reino a través de nosotros.
Al repasar los pasajes anteriores: ¿Cómo crees que te ven los demás?
2ª Versión: ¿Cómo me veo yo?
La forma en que nos vemos a nosotros mismos depende en gran manera de aquello que nos fue inculcado cuando éramos niños. Todo lo que aprendimos influye en la percepción de quiénes somos y cuando no entendemos porqué hacemos o reaccionamos de cierta manera, el último lugar en el que pensamos en buscar la causa, es precisamente en nuestra niñez. Ahora, todos quisiéramos sentirnos completos espiritual, física y emocionalmente. Pero hay ciertos hábitos o experiencias aprendidas que moldean nuestro pensamiento, nuestra forma de ser o actuar y que guían nuestras decisiones. Todas estas cosas no son cosas que pedimos, sino que nos fueron dadas y crecimos con ellas. Por ejemplo:
- Cuando éramos niños teníamos que comportarnos de cierta manera a fin de ser aceptados por nuestros mayores. Inconscientemente nos fijamos un estándar que a veces nos llevaba a ser perfeccionistas para lograr aún mayor aprobación.
- Algunos padres enseñan que Dios nos castigará por hacer tal o cual cosa, y crecemos con la idea errónea de que Dios puede dejar de amarnos.
- También es posible que hayamos malentendido el concepto de seguridad porque nuestros padres se preocuparon por darnos todo lo necesario y, generalmente, lo relacionaban con cosas materiales, de modo que, en nuestra mente, seguridad es igual a suficiencia de recursos o bienes.
- O, puede ser al revés, si crecimos en una familia con escases de recursos, muy probablemente nuestros padres tenían que trabajar más para tener más y eso nos dejó el mismo concepto de que la seguridad, nuestra tranquilidad e incluso nuestra felicidad, depende de nuestra situación económica.
- Algunos padres, cuando los hijos quieren imitarnos en lo que hacemos o ayudarnos en nuestros deberes, se lo impedimos porque están “pequeños”. El mensaje que puede quedar en sus mentes es que no son capaces de hacer nada bien
- Otra actitud equivocada es la de reclamar lo que necesitamos a gritos. Es decir, cuando éramos niños, si queríamos algo, la primera y más efectiva forma de lograrlo era llorar a gritos. Y mientras menos nos concedían, más fuerte gritábamos. Y crecemos creyendo que esa es lo forma correcta de lograr lo que sea, imponiendo nuestra voluntad o deseos, pasando por encima de los demás, sin importarnos a quién molestamos, herimos o usamos.
- Una de las actitudes más devastadoras que aprendemos, es que, Dios no es importante y que leer la Biblia, orar, o ir a la iglesia no es necesario. Porque vimos a nuestros padres que, cuando había problemas, no buscaban a Dios primero que a nadie. O, simplemente, porque preferían las actividades sociales antes que separar el día del Señor. O porque nunca los vimos u oímos orando, ni nos enseñaron, con su ejemplo, una vida disciplinada en la lectura de la Palabra de Dios.
El resultado de vivir bajo los conceptos que aprendimos o nos fueron inculcados cuando éramos niños, estorban nuestra relación con Dios. Es por eso que el apóstol Pablo nos dice:
“Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.” (1ª a Corintios 13:11)
katargeō = (useless), abolish, cease, destroy, become of no effect, loose, vanish, void.
Éste versículo también nos da la clave para comprender desde la perspectiva divina, la siguiente declaración:
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; (lo que aprendí de niño) he aquí todas son hechas nuevas.” (2ª a Corintios 5:17)
¿Cómo puede una ”nueva criatura” abandonar “las cosas viejas”? Es porque si hemos nacido de nuevo, tenemos un “nuevo” Padre que ahora nos enseña conforme a Sus principios y tenemos entonces que dejar por completo, lo que aprendimos en nuestra niñez si nos damos cuenta que no concuerda con Sus enseñanzas. No estoy diciendo que todo lo que nos enseñarnos nuestros padres naturales estuvo mal. Lo que estoy diciendo es que, al ser una nueva criatura en Cristo, necesito verme a mí mismo como tal, es decir, un nuevo ser que va aprendiendo nuevas virtudes, nuevas formas de ser. PERO, si sigo viviendo bajo el patrón con el que fui enseñando cuando era niño, y no dejo esas costumbres y hábitos para ser ahora hombre, es decir, madurar espiritualmente, me seguiré viendo a mí mismo como alguien incompetente, incapaz, limitado, rechazado, menospreciado, imposibilitado de lograr mis objetivos y de ser feliz.
Al repasar los pasajes anteriores: ¿Cómo te ves a ti mismo?
3ª Versión: ¿Cómo me ve Dios?
Dios no nos ve de ninguna de las dos formas anteriores. A Él no le preocupa cómo nos ven los demás ni qué conceptos tenemos de nosotros mismos. Su visión es eterna y nos ve a través de los ojos de Su Hijo Jesús.
- Dios nos ve como Su propiedad:
“Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese. He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado, proceden de ti; porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste. Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos. … Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros…” (Juan 17:5-10, 20-21)
Al ser Su propiedad, tendrá cuidado de cada uno de nosotros. (Juan 10:27-29)
- Dios nos ve como Su proyecto, y tratará de perfeccionarnos:
“estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo;” (Filipenses 1:6)
“de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo; el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo.” (1ª a Corintios 1:6-8)
- Dios nos ve como Sus Hijos, a quienes Él tiene que guiar a la santificación:
Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará.” (1ª a Tesalonicenses 5:23-24)
“Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos,” (Hebreos 2:11)
CONCLUSIÓN
Precisamente lo que le estorba a Dios para poder perfeccionarnos y santificarnos, es la influencia negativa de lo que los demás piensan de nosotros, y nuestra corta visión de quiénes somos.
Si nos concentráramos en tratar de vernos como Dios nos ve, es decir:
- Como Su Propiedad
- Como Sus Hijos
- Como Su proyecto de perfección y santificación
Sin considerar la opinión de otros y olvidando lo que aprendimos en nuestra niñez, tendríamos una visión correcta de quiénes somos y de lo que podemos ser.
¿Con qué versión te quedas?