Back to series
“1 y Jesús se fue al monte de los Olivos. 2 Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba. 3 Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, 4 le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. 5 Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? 6 Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. 7 Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. 8 E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. 9 Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. 10 Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? 11 Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.” (Juan 8:1-11)
Veamos primero la actitud de Jesús:
- No levantó la vista para ver a la mujer, sino hasta que todos sus acusadores se habían retirado.
- No confrontó a la mujer hasta que estaban solos.
- No la condenó, sino que la exhortó a no pecar más.
- No emitió Su Juicio conforme a La Ley sino conforme a Su Gracia.
Y ahora analicemos la escena detalladamente. PERO con un pequeño cambio: Imaginemos que uno de nosotros es quien es traído delante de Jesús por haber sido sorprendido cometiendo cualquier pecado.
Dice el pasaje que Jesús estaba “en el templo” enseñando y “todo el pueblo” estaba presente. Delante de toda esa gente, somos acusados, señalados como pecadores, tal vez hasta haciendo burla de que decimos ser cristianos como para hacer “más grave y notorio” nuestro pecado. Cómo nos sentiríamos? Qué haríamos? Trataríamos de “justificar” nuestra falta? O, como la mujer, simplemente estar en silencio, avergonzados, reconociendo nuestro pecado, y esperando la sentencia del Juez?
Podríamos pensar, equivocadamente, que esto nunca nos podría pasar porque somos muy hábiles para pecar cuando nadie nos ve. Será esto cierto? Alguna vez nos ha visto pecar nuestros padres, nuestros hijos, nuestra pareja, nuestros suegros, hermanos, compañeros de trabajo o de escuela, alguno de nuestros amigos (para lucirnos, para que no se burlen de que somos cristianos?, que no hemos cambiado “mucho”, que seguimos diciendo malas palabras, chistes de doble sentido, burlándonos de otras personas, mintiendo, etcétera)
A veces perdemos de vista o fingimos no saber que aunque ningún otro ser humano nos vea pecar, nadie puede engañar a Jesús, nadie puede ocultar su pecado delante de Él. Dios SIEMPRE nos ve:
“21 Porque sus ojos están sobre los caminos del hombre, Y ve todos sus pasos. 22 No hay tinieblas ni sombra de muerte Donde se escondan los que hacen maldad.” (Job 34:21-22)
“5 Dios, tú conoces mi insensatez, Y mis pecados no te son ocultos.” (Salmos 69:5)
“21 Porque los caminos del hombre están ante los ojos de Jehová, Y él considera todas sus veredas. 22 Prenderán al impío sus propias iniquidades, Y retenido será con las cuerdas de su pecado.” (Proverbios 5:21-22)
“17 Porque mis ojos están sobre todos sus caminos, los cuales no se me ocultaron, ni su maldad se esconde de la presencia de mis ojos.” (Jeremías 16:17)
“17 ¡Oh Señor Jehová! he aquí que tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder, y con tu brazo extendido, ni hay nada que sea difícil para ti; 18 que haces misericordia a millares, y castigas la maldad de los padres en sus hijos después de ellos; Dios grande, poderoso, Jehová de los ejércitos es su nombre; 19 grande en consejo, y magnífico en hechos; porque tus ojos están abiertos sobre todos los caminos de los hijos de los hombres, para dar a cada uno según sus caminos, y según el fruto de sus obras.” (Jeremías 32:17-19)
Y además hay alguien que incesantemente está acusándonos cada vez que cometemos cualquier pecado:
“10 Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.” (Apocalipsis 12:10)
CONCLUSIÓN
No digo que no deberíamos de avergonzarnos cuando alguna persona, quienquiera que sea, conocido o no conocido, nos vea pecar. Pero debe ser mucho más vergonzoso entender que cada vez que pecamos, Jesús nos ha visto pecar, y que está esperando, con Su Cabeza hacia el suelo, esperando NO a que alguna persona o el mismo diablo nos acuse, sino que nuestra propia conciencia lo haga y que vengamos a Su Presencia arrepentidos a suplicar Su perdón.
En esta escena: Cuántos pecadores estaban frente a Jesús? Demasiados. Piense en esto: Si usted o yo, juzgamos, criticamos o hablamos mal de otra persona, no somos en ninguna manera diferentes a todos aquellos acusadores. Evitemos siempre el hablar de lo que hacen otros y concentrémonos, tengamos mucho cuidado NO en que otras personas nos vayan a ver pecar, sino en evitarle a nuestro Señor la tristeza
“25 Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. 26 Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, 27 ni deis lugar al diablo. 28 El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. 29 Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. 30 Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. 31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. 32 Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” (Efesios 4:25-32)
Así que, cada vez que nos asalte la tentación, imaginemos que si caemos en pecado, tendremos que comparecer, grandemente avergonzados ante Su Presencia para suplicar Su Perdón. Mejor hagamos caso a la amorosa exhortación de nuestro Señor Jesús: “VETE Y NO PEQUES MÁS”.