SOBRE TODA COSA GUARDADA

20 Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones. 21 No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón; 22 Porque son vida a los que las hallan, Y medicina a todo su cuerpo. 23 Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida. 24 Aparta de ti la perversidad de la boca, Y aleja de ti la iniquidad de los labios. 25 Tus ojos miren lo recto, Y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes delante. 26 Examina la senda de tus pies, Y todos tus caminos sean rectos. 27 No te desvíes a la derecha ni a la izquierda; Aparta tu pie del mal.”   (Proverbios 4:20-27)

La Palabra de Dios es muy clara en cuanto a dónde se originan los pensamientos, por lo tanto, ocuparnos en analizar lo que pensamos es una pérdida de tiempo. En lo que realmente debemos concentrarnos es en el origen de todos nuestros pensamientos y asegurarnos que no se genere la tentación de darle lugar a los “malos pensamientos”, es decir, al pecado:

20 Pero decía (Jesús), … 21 Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, 22 los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. 23 Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.”   (Marcos 7:20-23)

Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.”   (Génesis 6:5)

16 Seis cosas aborrece Jehová, Y aun siete abomina su alma: … 18 El corazón que maquina pensamientos inicuos, …”   (Proverbios 6:16, 18a)

Ahora sabemos que todo empieza en el centro de nuestro ser, lo que la biblia llama “corazón”, que obviamente no se refiere al músculo cardíaco ya es imposible que de un músculo nazcan nuestros deseos, planes, sueños, pensamientos, emociones, etcétera. Jesús dijo que ni siquiera es necesario que “consumemos” el pecado que hemos imaginado o pensado, con el simple hecho de darle lugar en nuestro corazón y permitir que llegue a nuestra mente, ya hemos pecado:

27 Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. 28 Pero yo os digo que cualquiera que mira (i.e. percibe, nota, se da cuenta, examina, analiza, observa, inspecciona) a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.”   (Mateo 5:27-28)

Entendiendo pues que lo importante NO es concentrarnos en lo que pensamos, sino en lo que emana de nuestro corazón, debemos conocer el “proceso” que nos lleva a pecar para poderlo evitar:

14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. 15 Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.”    (Santiago 1:14-15)

Si nuestro corazón “genera” una idea pecaminosa y nos permitimos darle lugar en nuestra mente, es decir: “razonarla”, analizarla, imaginarnos qué pasaría, seremos “atraídos y seducidos” por nuestra propia concupiscencia y habremos pecado a partir del momento en que esa idea se convierte en un pensamiento.

Si evitamos pensar en esa idea que se originó en nuestro corazón, no ensuciaremos nuestra mente con pensamientos pecaminosos y así nos mantendremos en perfecta armonía con nuestro Señor y Él, a su vez, guardará en completa paz nuestro corazón:

 Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.”   (Filipenses 4:7)

Sabiendo entonces todo esto que nos dice Dios en Su Palabra, no nos concentremos en tratar de controlar lo que pensamos, ese es un esfuerzo inútil que solo nos llevará a la desesperación pues siempre terminaremos pecando y nos sentiremos tristes al no poder “controlar” lo incontrolable:

15 Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. … 18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. … 21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. 22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.  24 ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?”   (Romanos 7:15, 18-19; 21-24) 

Más bien, evitemos pensar en aquello que no es agradable a Dios:

Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.   (Filipenses 4:8)

Con base en todos estos pasajes debemos preguntar:

  • Si de nuestro corazón nacen cosas buenas: ¿Podremos controlar nuestros pensamientos una vez que están en nuestra mente? NO. Porque Quien los produce es el Espíritu Santo y Él es el Único que los puede controlar.
  • Si en nuestro corazón nacen cosas malas: ¿Podremos controlar nuestros pensamientos una vez que están en nuestra mente? NO. Porque ya hemos pecado y detrás de un mal pensamiento vendrán muchos más, uno tras otro.

Así que, cuando estamos en esta situación de pecado, lo único que podemos y debemos hacer es arrepentirnos, confesar nuestro pecado, y suplicar el perdón divino para que el Espíritu Santo nos ayude a cerrar nuestra mente de inmediato.

El enorme peligro es que todo este “proceso” de decidir si dejamos o no emerger nuestras ideas, sueños, deseos, emociones, etcétera, se desarrolla en milésimas de segundo. Si usted es creyente, tiene al Espíritu Santo morando precisamente en el centro de su ser, en su corazón. Cuando el Espíritu Santo, que ES Dios y, por lo tanto, es Omnisciente (sabe con anticipación todo lo que sucederá) ve que en nuestro corazón se está originando algo que nos puede hacer pecar, inmediatamente alerta a nuestro espíritu para que no dé lugar a esa tentación. Debemos hacerle caso al Espíritu Santo y negarnos analizar, razonar, imaginar eso que puede convertirse en un “mal pensamiento” y cerrar de inmediato nuestra mente y evitar ser controlados por nuestra propia concupiscencia.

Oremos pues así, en todo momento, suplicando a Dios que controle todo lo que emana del centro de nuestro ser:Escudríñame, oh Jehová, y pruébame; Examina mis íntimos pensamientos y mi corazón.”   (Salmos 26:2)

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